miércoles, 9 de mayo de 2012

Verdad absoluta vs. punto de vista

Verdad absoluta vs. punto de vista


En muchos de mis análisis cabalísticos de palabras hebreas, he afirmado que la letra aleph y la letra ayn son hermanas.
En realidad, de la consideración de muchísimas palabras cuya única variación es la alternancia de una u otra de dichas letras, así como del significado de tales palabras, se desprende que existe un secreto que enlaza a aleph y a ayn.
Creo, conforme a tantas palabras sobre las que mi indagación se ha detenido, que la ayn no es sino una aleph ocultada, velada… modificada o transformada de alguna manera.
Ambas letras son aspiradas muy suaves; la forma de la ayn parece remedar de alguna manera a la aleph, sólo que ambos travesaños de su estructura comienzan a mirar hacia arriba; además, la diferencia entre sus valores numéricos da 69 (aleph =1, ayn = 70), número cuyos guarismos, uno hacia arriba y otro hacia abajo en la escritura arábiga (y recordemos que para las consideraciones cabalísticas, la grafía misma tiene relevancia) hablan de un par de iguales-opuestos.
Este 69 es un número importante, nos cuenta Mario Satz en sus estudios sobre cábala, primeramente, si consideramos que la forma de sus componentes recuerdan al feto y la oreja, después, porque los ojos –cuya letra es la ayn, ya que esta letra tiene su pictograma en un ojo o en dos, conforme a sus variantes grafemáticas- sí son ocultables en su potencia visual, ya que cuentan con un velo o párpado.
De manera que en esta dicotomía ojo-oreja, oreja cuya función no puede naturalmente ocultarse mediante una membrana debemos ver una aleph, cuyos atributos son la inmensidad del todo y la desnudez de la infinidad, frente a un ojo representado por la ayn- cuya función de observar, por el contrario, sí es suspendible mediante un velo, hay un ocultamiento del secreto presente en el doblete aleph-ayn.
El feto cambia justamente su posición, invirtiendo su cabeza (lo que recuerda al número 69, diferencia entre aleph y ayn) en su gestación.
Todo esto nos permite entrever el esotérico y extraño lazo entre la aleph y la ayn, observable, por ejemplo, en palabras tales como osher con aleph (felicidad) y osher con ayn (riqueza), circunstancia sugerente si las hay, ésta que vincula -o desvincula- felicidad y riqueza material, o entre la palabra ayn con aleph (nada) y la palabra ayn escrita con letra ayn (ojo, fuente), y las palabras rotadas aní con aleph (yo), y oni con ayn (pobreza, miseria) donde se juega un profundísimo secreto relacionado con el sujeto, el individuo, la nada y el punto de visión o fuente desde el cual se mira un objeto.
Quiero analizar ahora un par de términos donde la diferencia se plantea entre las letras aleph y ayn, y a la vez se establece una coherencia significativa entre sus significados, que nos permite acercarnos con mayor certeza a este parentesco de “amor-odio”, por llamarle de alguna manera, que parece vislumbrarse entre ambas letras.
Las palabras sobre las que quiero reflexionar aquí y ahora son emet con aleph, verdad, y emet con ayn, punto de vista, aspecto).
Este par de conceptos opuestos o prójimos puestos en juego en la sagrada lengua hebrea, nos revela que su consideración es importantísima, y que de tales indagaciones se pueden extraer jugosas enseñanzas.
Nada tan evidente como la relación entre la verdad, así absoluta total, inhallable en una realidad concreta, y el aspecto, el punto de vista, la faceta, que es a lo que puede alcanzar el individuo.
Esto, creo, tiene que ver con la inmensidad invisible y sobre todo inasible de la aleph, que sólo puede ser concebida por el hombre concreto en su imagen especular y concreta mediante una palabra semejante, pero materializada, velada, con esplendor racionalizado (para que su esplendor no nos enceguezca de un modo parecido a lo que sucedió, en el mito pagano, con Semele y Zeus) tal como emet con ayn que providencialmente significa un recorte de la verdad, una faceta de la verdad total, la cual, por su sacralidad, merece comenzar con una aleph inicial, además de su privilegio de ser la más equilibrada de todas las palabras hebreas, ya que la mem media es justamente una letra que se ubica casi en el centro mismo del alefato, y la tau es la letra final…
¿Cuál es la enseñanza que este hecho tan fantástico nos deja, y que podemos cosechar a partir de estos dos vocablos, hermanos pero opuestos a la vez, como si se tratara de una coincidencia o enfrentamiento de opuestos que colabora, como en una cupla física, en el girar, en el desenvolverse de la realidad?
¡Que la verdad para cada individuo es una diferente! esa frase es demasiado poco digerida, y puede ser llevada para cualquier lado... Que si bien la verdad, así con mayúsculas, divina sí existe, no es asimilable ni aprehensible por el ser humano en su totalidad.
La verdad total y unitiva, con aleph, es como el diamante deslumbrante y enceguecedor, cuyo sol no podremos jamás mirar en esta vida frente a frente, mientras que la faceta, punto de vista o de perspectiva, aspecto de cualquier asunto, o ángulo desde el cual sí nos es dable considerar algo, es emet con ayn, acción que el sujeto particular puede emprender.
No hay una sola razón, ni una sola verdad para todos, en el accionar de la realidad cotidiana, sí una Verdad trascendente a la que todo debemos aspirar; y afirmo que es por eso que en hebreo, la lengua divina, el concepto de la Verdad, así con mayúscula, Emet, se escribe con aleph, una letra demasiado grande, luminosa y brillante para que sea abarcada por una sola persona, y emet "punto de vista, aspecto" con ayn, que es la aleph velada y circunscripta por límites de tal manera que cada individuo pueda asimilarla...