lunes, 30 de marzo de 2015

La piel que nos separa, la piel que nos une Vez pasada aprendía y agregaba a mi colección de frases una que me dejó un sabor un tanto pesimista, pero que entendí verdadera y expresión de una verdad un tanto triste de la vida: La piel es una cárcel que nos separa del otro. Y es cierto, en parte, porque a veces el amor por alguien es tan grande que quisiéramos una interpenetración absoluta que, al menos en este plano de existencia limitado por la materia, es imposible, por más intentos que se hagan y nos queda siempre un sabor de imperfección hasta en la más mínima unión que emprendamos con el compañero amado, sea física o espiritual. El otro siempre termina resultando el otro, al punto de que algunas corrientes filosóficas digan que no hay más que un sujeto y el objeto, el tú exterior, no es más que una ilusión o juego de una divinidad aburrida o desoladamente solitaria, pero que no llega a convencer a los autistas. Esta reflexión, sin embargo, me hizo quedar reflexionando y mi mente siguió trabajando a niveles subconscientes, disconforme, intentando crear o buscar una solución o, al menos un atemperamiento de una verdad tan dura. Recordé primero el castigo impuesto por la divinidad al hombre en el paraíso después de la transgresión por la cual comió del árbol del bien y del mal, que tuvo como corolario que Adán y a Eva se ciñesen con cinturones de piel, hagorót , lo cual es interpretado por la Cábala como el descenso a cuerpos de materia del primer hombre, lo cual lo despojó de su estado paradisíaco y lo obligó a errar por un mundo lleno de espinas y de cardos: qotz vedardar . Estos hagorót o cinturones de piel son los que hicieron absoluta la separación y la opacidad de cada individuo, impidiéndole una unión mística con su prójimo, y de cierta manera los abrieron a una permeabilidad al dolor, las enfermedades y la caducidad presentes en la materia. De manera que esta piel con que se revistió y limitó al Adám Qadmón u hombre primordial perfecto, precipitándolo en el mundo material, parecía corroborar el aforismo un tanto escéptico y pesimista de mi amigo. Pero después recordé que en la doctrina cabalística, existe un muy rico simbolismo de la letra que representa al hombre mismo: la letra vav. Esta letra es también la cifra del seis, y alude al sexto día de la creación, cuando la obra de la divinidad fue precisamente el hombre, simbolizado jeroglíficamente por esta vav ya que se trata de una línea enhiesta y erecta, que retrata la posición erecta del hombre y su columna vertebral, realidad aludida en adam-ómed, temurah con cambio de aleph en ayn, en las palabras hombre-columna. La vav es la letra que se utiliza para la separación o conjunción disyuntiva, que separa una antigua unión: blanco o negro, estableciendo una barrera entre dos realidades… y esto también parecía corroborar el dictum que abre esta reflexión. Pero al mismo tiempo, la vav funciona como la conjunción copulativa, la que une dos cosas, aglutinándolas y presentándolas como una pareja inseparable. Esta particularidad de la vav es uno de los milagros de la lengua hebrea, y es lo que yo necesitaba para endulzar la severidad de la frase que me preocupaba. Porque planteaba la solución de que si bien hay separación esencial entre las realidades en el universo, la misma circunstancia que separa puede funcionar de elemento de unión, aunque suene paradójico e imposible. La función de unión y conciliador de opuestos de la vav se observa en l estructura y la arquitectura misma de la Aleph, letra formada por una vav inclinada que une una iod superior y una iod inferior, funcionando como grafía y expresión viviente de la realidad hermética de la tabla de esmeralda de que lo que esta arriba es como lo que está abajo, y lo que está abajo es como lo que está arriba. Esta vav presente en el corazón de la estructura de la Aleph es justamente una Aleph que une dos cosas que de por sí parecen irreconciliables, estableciendo una armonía entre ellas y poniéndolas en contacto. Entonces entendí que el aforismo no es tan cierto, y que puede ser subvertido: la piel que nos separa del otro es como la vav, puede ser una forma de unión, si sabemos involucrar lo espiritual en el contacto físico pleno de la caricia y de la intimidad carnal. Un contacto entre las manos puede generar chispas, y disparar un mapa de constelaciones mentales que replican y hacen eco, con los ojos cerrados, del entrelazamiento de dedos con dedos, palmas con palmas, fuerza con fuerza… la piel no nos separa, la piel puede unirnos plenamente. Una vez más la Cábala vino en mi auxilio y me hizo ver, en mis cavilaciones, una realidad esplendorosa que terminó de minar el pesimismo de la frase que me trabajaba en mis profundidades, y a la que deseaba vencer: La piel de los cinturones con los que se vistió al hombre caído después de su transgresión, y que en hebreo se dice or con letra ayn, por una sutil diferencia puede transformarse en otra palabra casi homófona: or que significa luz, si cambiamos la ayn por una aleph, procedimiento permitido, ya que aleph y ayn son como letras hermanas, de las cuales la ayn es una reflejo inverso de la aleph, como si ésta se mirara en un espejo ilusorio, pero que en el fondo no dejara de ser aleph, de un modo secreto, pero velado y oscurecido . En ese momento llegó, por la sabiduría de la Cábala también, la corroboración perfecta de esta realidad que puede hacer la separación entre dos individuos un obstáculo salvable y posible de superar por el amor verdadero. La palabra que presenta al mal en hebreo, ra, si invertimos sus letras, forma er, que significa compañero: una simple agitación del cubilete mágico del sistema de la Cábala permite entonces trasmutar la separación del mal en la bendición de la amistad. Lo cual se repite en las letras que forman espada, jérev, que por un simple rotación o temurah de sus letras forma javér, que puede significar amigo: la espada, símbolo de la división y del desgarramiento, puede ser sublimada en una de las formas más excelsas del amor: el amor de los amigos. Enorme enseñanza que al mismo tiempo nos deja una advertencia. Hasta la máxima amistad puede devenir guerra, separación espada, si no sabemos alimentarla diariamente con el agua del afecto y la armonía… como dice otro adagio de sabiduría árabe: Visita a tu amigo siempre, porque son los caminos intransitados aquellos a los que conquistan la maleza y la cizaña.

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