viernes, 16 de marzo de 2012

Acerca de la vida y sus configuraciones en las palabras

Acerca de la vida y sus configuraciones en las palabras


El concepto de la vida y de la existencia en el lenguaje de los egipcios posee variadas representaciones.
Un de ellas es mediante la flor. Como paradigma de la belleza, y si consideramos que toda flor se halla entre las manifestaciones más bellas, simples y vistosas de la vida, el egipcio la entendió siempre como una realidad que evocaba el amor mismo y la vocación por manifestarse que se encuentra presente en el cosmos.
Mediante esta flor, entonces, se hace alusión en los jeroglíficos a la existencia, a la dicha de la vida. La vida es una gran flor, y toda flor es jeroglífico de la vida, por su forma circular, de simetría radial, que evoca a un coro en torno de un centro del que equidistan los pétalos, aun cuando algunas flores sean más caprichosas.
La flor en hebreo es tzitz o peraj (justamente la palabra que se utiliza para referirse de manera eufemística al tránsito crucial del ser humano, la muerte, en la expresión peraj neshmató, floreció su alma). Esta doble presencia de la tzade creo que puede entenderse, si entendemos que la tzade es una letra relacionada con la presión que se ejerce sobre algo (una letra de vigor, de gran firmeza) como la presencia de la misma tensión vital que caracteriza al estado de los seres vivos, es decir, la presencia de un tensionamiento cuya consecuencia es mantener en el cuerpo a las energías sutiles que posibilitan la vida.
Otro jeroglífico para aludir a la vida en el antiguo Egipto es la imagen de una liebre, cuyos apéndices más excelentes son las orejas; esto se interpreta como que la vida tiene que ver con no perder la fluidez de la captación de aquello que nos llega desde afuera, los estímulos y las energías que, como un rocío, nos caen desde las regiones superiores, la flexibilidad para adaptarse y percibir lo que llega a nosotros, lo que debe ser incorporado a nuestro organismo, espiritual y material. Esto sucede a través de los sentidos, de los cuales, el más independiente y al que no podemos soslayar más que mediante una acción mecánica artificial (llevarnos las manos a ellas) es el oído, mientras que los ojos tienen sus propios apéndices clausuradores, los párpados; mientras que el tacto, el olfato y el gusto pueden ser silenciados mediante la simple abstención. La oreja no, es automática y su función es involuntaria… no en vano la oreja del ser humano, para los cabalistas, tiene forma de una letra aleph, la energía omnisciente y omnipresente, ya que a través de ella nos llega la inteligencia y el espíritu contenidos en el habla, que es su vestimenta, todo ello es razón de que se utilice la liebre para representar la existencia, la vida misma, en la escritura mágica egipcia, y que asimila e ser a la recepción de lo que nos llega desde el afuera, la apertura a la alteridad.
Si analizamos las orejas de los conejos, veremos que son, además de extremadamente sutiles, muy móviles; esta movilidad, este ejercicio y disfrute que tienen de un extremo dinamismo en sus orejas, nos transmite de manera jeroglífica que la vida no correrá riesgo en nosotros mientras seamos flexibles, y no nos cerremos, no nos anquilosemos ni momifiquemos la capacidad de relacionarnos y de percibir, aprender.
En hebreo viviente es jai, palabra que por gematria vale 18, y que invertida es 81, valor de af, nariz en hebreo, orificio por donde el Creador insufla la vida al hombre. Jai es asimismo el nombre de la axila en hebreo, que misteriosamente es también, junto con la muñeca de la mano, la articulación más flexible del cuerpo humano (como en el conejo y la liebre lo es la oreja), ya que el brazo puede girar en redondo y goza de una libertad de movimiento realmente remarcable.
Jai es una palabra de dos letras, formada por una letra jet y una iod, siendo ésta la letra de la divinidad, y la jet, en su esencia simbólica, un cedazo o tamiz que deja pasar algunas cosas mientras que retiene otras, debemos ver a la vida como esa capacidad de filtración que sabe retener algunas cosas mientras que otras deben ser desechadas. La iod, primera manifestación de la Divinidad, es lo que la jet contiene en su placenta, de manera que mientras el cuerpo pueda albergar al alma, habrá vida, y la vida en la materia es una retención de la Divinidad que mora en el cuerpo.
Y ya que hablamos de retener y de dejar pasar de manera armoniosa, recalquemos que tres órganos muy importantes que tienen que ver con una filtración de la sangre en el cuerpo son el riñón, el pulmón y el hígado.
Los riñones son misteriosamente evocados en el salmo 139, donde se menciona a Adonay como Aquel que visita por las noches y prueba los riñones de la persona; en hebreo riñón se dice khiliotai, palabra muy similar a kli, vasija, y los riñones son por ello, vasijas que filtran y que retienen lo importante, la sangre misma, depurándola y purificándola constantemente; a su vez; kli y khiliotai contienen la letra caf, que es la que hace referencia al cuenco y a la mano cóncava que aferra y retiene algo, y esto puede relacionarse, en relación con la vida, con el ka egipcio, cuyo jeroglífico consiste en dos manos que se elevan para recibir la energía superior para dirigirla al cuerpo.
Pero la liebre es también símbolo de la fragilidad, y el alma contenida en el cuerpo es algo que súbitamente puede tener que salir del cuerpo, es frágil, como también lo atestigua el notarikón cabalístico que ve en nefesh, el alma vital del ser humano, una sigla que la Divinidad creó para referirse a que esa energía vital es frágil, y puede apagarse tan pronto como se extingue la llama de una pequeña e indefensa candela, ya que vela, mecha o pabilo y aceite se dicen en hebreo ner, petilah y shemen respectivamente, cuyas iniciales forman nefesh. El fuego que arde y está presente en esta vela es la neshamah, unido a la candela mediante el ruaj.
Finalmente, la palabra más utilizada para vida en hebreo es jaiim, que entraña un gran misterio, pues se la considera como a la Divinidad (doble iod) asomándose por el calor que se genera en los organismos vivientes (jam en hebreo es calor)

En latín el vocablo para vida es vita, donde la v corta parece hacer referencia al vigor, a esa fuerza de la vida que es una tensión mantenida entre un exterior y un interior que no debe ser ni demasiado fuerte ni demasiado débil, una ósmosis equilibrada donde no debe haber ni demasiada permeabilidad, ni demasiada impermeabilidad y cuyo secreto saben guardar las paredes celulares, tensión a la que hacíamos referencia al comentar que uno de los vocablos para flor en hebreo es tzitz; esa tensión apretada del rigor en la presión sanguínea, a la que no en vano se alude mediante un nudo, el nudo que es el anj egipcia, la cruz ansada, y que ata el espíritu a la matera, (cuya unión mientras se mantiene, genera la vida en el plano físico) y que se patentiza mediante el nudo de la sandalia, que es una de las formas en que debe ser entendida el anj, no en vano los hebreos asocian la vida con el pie y la vida con un andar, lo cual queda manifiesto por oposición cuando se menciona en el Talmud que no deberíamos jamás calzarnos los zapatos de un hombre muerto . Y no dejaremos de maravillarnos si consideramos que en latín las correas para atar, es decir, los vínculos para apretar algo, pueden denominarse vittae, con doble t, palabra fonéticamente casi idéntica a vita, vida.

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