viernes, 16 de marzo de 2012

La palabra más hermosa

La palabra más hermosa


Se dice que los tres sonidos más poderosos son las sílabas AR, ON e IS. Todos los otros sonidos articulables por el hombre son sólo variantes de estos tres. Más o menos cerrados en su vocalización, y con variaciones diversas en la articulación de las consonantes, forman las palabras de todas las lenguas del mundo. Las oclusivas serían el cuarto elemento: el del silencio, matizado según la clase de oclusiva de que se trate.
Siendo así, es lógico que las palabras más hermosas de las lenguas más cercanas a la lengua primordial edénica sean aquellas que posean de modo más puro estos sonidos, y justamente, esas palabras son por necesidad las que expresan los conceptos más elevados del ser humano, los más elevados y prístinos, los que se hallan en una esfera del ser tan luminosa y preciosa que están cerca de la inefable Fuente de todo amor y luz. Ello viene a ser una prueba mística de que es así: de que estas sílabas, estos sonidos, encierran cierto secreto cabalístico muy profundo, ya que precisamente las palabras que ellos forman son trascendentales -es decir, invocan realidades de entre las más cercanas a Dios-, y a la vez, plantean relaciones recíprocas no de orden etimológico en el sentido de filiación cronológica, sino relaciones de una índole muy superior que trasciende la explicación racional, porque son palabras hermanas no tanto por el significado específico, no tanto por ser sinónimas en el sentido corriente del término o por haber sufrido una derivación parental entre lenguas, sino por la esfera de existencia a la que dichas voces pertenecen que les confiere un parentes fonético y semántico cuya esfera toca lo mas real, lo verdadero en un sentido deslumbrante e inexplicable para la discursividad y la racionalidad humanas.
Voy a exponer aquí el más luminoso de estos vocablos: la palabra AMOR.
AMOR es la palabra más hermosa de la lengua castellana, que proviene del latín AMOR-AMORIS, y aquí ya vemos, en la forma genitiva, que está presente la tercera sílaba que mencionábamos al principio. Por eso es, de cierto y oculto modo, la palabra perfecta. No carece de ninguno de los tres sonidos básicos que mencionábamos al comienzo de esta reflexión, y en su forma más pura. Ahora bien, si bien en la lengua mas cercana al lenguaje edénico primordial, el hebreo, amor se expresa con otro vocablo, ahabah, sin embargo, hay dos voces en hebreo que, unidas, forman fonéticamente el vocablo amor: son em, que significa madre, y or, que significa luz. Esto es un altísimo arcano. EM-OR significa en hebreo madre-luz. EM-OR que es prácticamente igual a amor, con un breve matiz en la apertura de la primera vocal .
La comunidad mística de significados también es algo que nos baña de gracia internamente el corazón, cuando reflexionamos sobre cuán cerca están, de amor, la madre y la luz. Innumerables miríadas de bellos pensamientos manan de estas reflexiones, como hijos de una mente bienaventurada en plena iluminación: “el amor es luz-madre”, “el amor es la madre de la luz”, “amor es la luz de la madre”, “el amor de madre es luz”… las posibilidades son infinitas, todas ciertas, todas buenas, en la medida en que lo certifique la voz del corazón.
Preguntaremos quizás: ¿y en griego?... (objetando que en griego amor se dice filía, eros, agapé…) pero todos son términos que refieren a aspectos demasiado racionalizados del amor… parece no haber un término que haga referencia al amor, así, puro, incondicional, misericordioso e infinito, que se actualiza por la palabra AMOR… Pero hay una palabra muy griega que significa algo elevadísimo que sí tiene estas sílabas y está entre las ideas más cercanas a la de AMOR: ARMONÍA.
En este vocablo, tenemos las silabas AR, ON (unidas por un puente que es la M) y finalmente las vocales ÍA, que así, en hiato, permiten una aspiración que sale de la I en la pausa que la separa de la A final, (Í-A) y que es semejante a una aspiración sibilante, de modo que evoca al sonido IS… Con respecto a la afinidad fundamental de la idea de armonía con la idea de amor, no creo que haga falta que la explicite, porque eso lo hace el corazón de todo hombre.
De modo que queda comprobado, de manera espiritual y mística (no racional, por supuesto) que la palabra más bella del lenguaje humano está en estas tres lenguas, y excelentemente en castellano.
He optado por esta palabra, la más hermosa, cuya sencilla pronunciación tiene algo de beatífico y balsámico, ya que invoca inmediatamente la IDEA en la que se nutre, pero este tipo de reflexiones se puede realizar de muchísimas otras voces y las conexiones laberínticas son impresionantes, sin fin.
Por ejemplo en el vocablo griego eros, está la silaba ar, y su final os, es sólo is con una variante de vocalización. A la vez que agape se asemeja fonéticamente a ahabah, y por eso la traduce así San Jerónimo, habiendo hallado esa oculta hermandad fónica entre dos vocablos que expresan ideas afines.
La misma palabra filia también se puede relacionar, en este ludus cabalístico que estamos haciendo, con una palabra latina, otra hebrea y otra inglesa, en un juego de reflejos fascinante: fil- como raíz se acerca a volo, que es querer, en sentido de voluntad , y si lo invertimos se acerca a love que es amor. En hebreo lebab (leb en su forma reducida) es corazón, núcleo de la voluntad y del amor. Se establecen inmediatos nexos con libenter, libitum.
Las mismas sílabas-madres de las que hablábamos en el primer párrafo son como raíces o semillas de creación: IS es fuego (esh en hebreo); AR-OR es luz en hebreo; y ON-UM es como un manantial de aguas vibracionales, un arroyo cósmico de vida que pone a vibrar las cosas, haciéndolas devenir en la existencia, en el río de la vida: he ahí las semillas primigenias de la creación.
Es realmente fascinante ver cómo estas sílabas son las que forman las desinencias en las lenguas latinas y griegas, de manera preponderante: las desinencias no sólo de las declinaciones parecen regirse por estos tres sonidos, sino otras desinencias que hacen al corazón de las lenguas latina y griega; veamos algunos ejemplos:
En latín, aparecen de manera UM-IS-AR, mientras que en griego se suaviza el UM en ON.
Los genitivos de los vocablos son preferentemente en (vocal)S, incluso el de la primera declinación que era AS en latín arcaico, como que, analizándolo esto, viéramos un genitivo en el fuego, ESH. UM produce el genitivo plural, con AR (OR = luz) en la primera segunda y la quinta.
La desinencia más común en la voz pasiva es en OR/AR/TUR/MUR/NTUR, como si, arcanamente, se necesitara invocarse esa luz para poner de manifiesto la idea de pasividad… Pero a la vez en -tor, se invoca la idea de motor agente.
UM forma el neutro de una idea, su cosificación, su cristalización en algo concreto, como que se convierte la idea ilimitada en algo sólido -mentalmente hablando-… lo cual en hebreo se hace, en el caso de algunos sustantivos abstractos, con la terminación del femenino plural, como si fueran aguas de aguas, que hacen concretar la idea abstracta en un concepto manejable por el hombre, limitándola y haciéndola cosa para poder ser asida por la mente humana.
Terrenos de indagación ya demasiado arriesgados, pero en donde se vislumbran verdades sagradas y tal vez perteneciente a un ámbito no lícito para ser hollado por la mente humana. Las dejemos reposar en su Sanctasanctórum sin arriesgarnos (por respeto y sentido de lo sagrado que no debe ser mancillado por manos ni mentes humanas) a profanarlas.
Este tipo de pensamientos deben hacerse con mucho respeto y precaución y siempre buscando la luz, porque si no, uno puede caer en un laberinto inextricable; siempre con humildad, siempre buscando el bien, y siempre para gloria de Dios. Por otra parte, son verdades para gustar y apreciar, pero no aconsejo una indagación demasiado profunda, porque la esfera del hombre es la de la acción: “por sus frutos los conoceréis”… es decir, debemos filosofar y reflexionar, pero eso no es un fin en sí mismo, debe aplicarse para ayudar al prójimo, para iluminarse uno con la gracia de Dios, y a nuestros hermanos, pero puede ser una tentación horrible el abismarse en todo esto como en algo que sea un fin en sí mismo, rayano en la más oscura locura… al menos, así lo creo de corazón. Debe ser una navegación portuaria, y siempre guiados por la luz de Dios y pertrechados con el ancla de Su misericordia.
El hontanar de belleza y de sabiduría en que estas indagaciones, estos buceos prudentes se realizan, es insondable y todo paso debe darse con cuidado, no olvidando que lo más importante es amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestros hermanos. La indagación de las letras, sin humildad, sin prudencia, sin caridad, sin fe, se vuelven muerte y algo más peligroso aun. Todo sea para mayor gloria de Dios, Fuente de luz y de amor.
Después de todas esas íntimas reflexiones, cuyas bifurcaciones yo mismo no termino de entender, y que me resultan como relámpagos de revelaciones en la humilde penumbra de mi alma (pero con las que mi corazón asiente como recordando algo de lo que lo yo no me acuerdo bien) quisiera volver al puerto desde donde comencé este periplo: que a mi entender, la palabra más bella, la más luminosa en todas las lenguas, es AMOR.

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