viernes, 16 de marzo de 2012

Adam Kadmón, Arquetipo y su multiplicación-degradación, máscaras de Dios, y enseñanzas de Jesús

Adam Kadmón, Arquetipo y su multiplicación-degradación, máscaras de Dios, y enseñanzas de Jesús

Voy a comenzar esta reflexión primero que nada, invocando el nombre de Dios, su Misericordia y Amor y la Luz de su hijo Jesucristo. Mi inquietud es dejar plasmadas reflexiones muy profundas que revolotean en mi mente, pero que, si tienen algún sentido, este es sólo la Gloria del Creador y la luz para mi prójimo. Amén.
Aguas muy profundas son las que voy a navegar y no del todo claras para mí aún. Espero que algún lector me entienda, le sean de provecho hacia el bien estas palabras, y entienda que busco sólo luz y esclarecimiento para que se concrete e Reino de Dios en el Amor.
Según algunos místicos, Dios no gusta de la Soledad, y crea el mundo, cuyo principio y fin es el Amor y la Misericordia . Crea para estar acompañado de otros seres. Sea esta creación hacia adentro o hacia fuera de Él, lo importante es que, al parecer, Dios ama tanto sus criaturas, que no quiere que sean meros simulacros vacíos, sino que su máxima aspiración (hablo en términos entendibles para nosotros los hombres) es que estos hijos se autoperfeccionen, para que tengan igualdad de excelencia que Él (en la medida en que no sean mecanismos automáticos, sino que conquisten por sí mismos la perfección sino tales creaciones serían sombras sin profundidad ). Por eso la máxima creación de este Dios de Amor infinito es el Hombre, o todos aquellos seres que tengan en sus propias manos su perfeccionamiento. Por eso Dios nos deja solos, como criaturas: Él nos ama tanto que quiere “textura” de verdadera realidad para nosotros, semejante a la Suya (nos hizo a su imagen y semejanza), porque ¿qué mérito tendrían sus criaturas, sus hijos, si fueran meros títeres cuya perfección les estuviera dada de antemano por Él? Ciertamente, la de marionetas, de sombras, de cenizas, de nada. Por eso, amándonos tanto el creador, queriéndonos en su compañía para evitar su eterna Soledad, nos da la libertad. ¿Para qué? Para que logremos un estatus de realidad igual al de Él, basado en nuestra propia libertad para forjarnos nuestra perfección. Éste es su móvil al crear al hombre: que seamos seres reales, no sombras a las que se les ha dado todo en bandeja. Que podamos pecar, podamos caer, para que autoconquistemos (con su Gracia, claro está) la corona de la perfección. El galardón de esa inexpresable generosidad de Dios es inefable: existir en realidad, estar a su lado como verdaderas criaturas suyas, no títeres huecos. ¿El precio? la necesidad de dejarnos que nosotros obtengamos la palma de la salvación con nuestros méritos, con nuestro amor, con nuestras buenas obras, pero esto genera también la posibilidad del mal en el mundo: genera el mal, porque Dios nos deja librados a nuestro propio criterio para que nuestros méritos sean ciertos (no nos deja de su mano, ciertamente, cuando más lo necesitamos, pero nos deja obrar con libertad) con el consiguiente peligro de que erremos; no sé si hay peligro de perdición eterna, porque Dios, al menos así creo, es Misericordia y Amor infinitos, y no creo que haya creado nada ni nadie destinados al dolor eterno.
La creación tiene como centro de su enorme cruz, pues, al ser humano, al hombre. Por eso es que todos los ángeles debieron postrarse ante el Hombre, y a esto se negó el Adversario. El Hombre es el estado más meritorio de la creación, porque está en constante peligro de caer, pero es el único que puede lograr la verdadera palma de la salvación y de estar “bajo las alas de Dios” y ser su Hijo por derecho propio, gozando del máxima posible galardón dado por Dios: la existencia Real. He ahí la razón que le atribuyo, al menos en este momento de mi entendimiento, a la existencia del mal en el mundo: que el hombre, siendo libre, yerra y cae, pero cuando logre la salvación, el premio será realmente grande, infinito, no mensurable por nuestro estado actual (el ojo no oyó, el corazón no vio…).
Otros pensadores plantean, al parecer, que Dios crea un solo Hijo para la eternidad, el Adám Kadmón, el Cristo primordial, y entre ellos existe un Amor perfecto e infinito, pero que el Amor infinito sigue su curso como un río de aguas que fluyen, y a partir de esta Dualidad que vive con un Amor recíproco, sigue en procesión un imparable torrente de amor. Por ello el Adam Kadmón ama a Dios, pero a su vez se conoce y se ama a sí mismo, y esto produce un tercer ser, y de esta emanación nacen sucesivos seres y la cadena se multiplica y así, al multiplicarse inconmensurablemente, surgen los hombres, que a su vez se aman entre ellos y esto genera la multiplicación de los individuos, cada uno de los cuales a su vez se une a una pareja y genera otro individuo… de este modo se produce una multiplicación que, al parecer, es querida por Dios, pues Él dice: creced y multiplicaos, pero no estoy seguro de si esta multiplicación debe ser así, numérica en el sentido de la cantidad de hombres en el mundo... Los que están en contra de la multiplicación (y dicen, la degradación) del arquetipo primordial serían los gnósticos que verían en la generación humana un sucesivo imperfeccionamiento del arquetipo perfecto primordial, y estarían en contra de la generación humana, porque a más individuos, más corrupción del arquetipo primordial, como una luz, al reflejarse en un juego de espejos, va perdiendo en su camino su luz primera y se va oscureciendo, degradándose.
Algo de todo esto reluce en muchas frases de Jesús, como cuando dice que allí donde dos o tres estén reunidos en su nombre, allí estará él (pero no si hay uno solo). Es decir, Dios no quiere la soledad, ni siquiera la propia, sino que se multiplica por su propio AMOR para que el Amor se refleje infinitamente entre Él y sus criaturas.

Quizás Dios, infinito y uno, sólo puede crear de Sí mismo, y así surge la teoría de la emanación y de que sólo Él existe en realidad, mientras que todos sus seres son máscaras de Su Unidad. Pero es como si Dios no quisiera estar solo, o mejor, su Amor Infinito reclama de manera inevitable la existencia de todos los seres. Pero todos esos seres no son más que manifestaciones de Su Unidad y realidad únicas, y aquí un gran arcano: por eso todos los nombres de ángeles, en la kabalah, tienen como terminación alguno de Sus Nombres (El o IAH), ya que cada ángel no es más que una manifestación de Su Unidad aspectualizada, digamos. Cada ser individual, ángel, y hombre, sería una manifestación, una máscara individualizada del Único, de la Divinidad, Fuente de Amor Infinito. Por eso entr. Los hebreos, los que más puramente guardaron siempre la tradición de la Verdad, los nombres de todos los humanos deben llevar de algún modo alguna de las letras del Nombre Inefable del Señor, porque los hombres también somos manifestaciones de Dios, y aspectos de Su Unidad, si se da venia a mis palabras.
Esto se ve respaldado, para quienes entienden de kabalah, en el secreto de las letras de su nombre inefable, que parte de la iod y luego forma las cuatro letras del Tetragrama, los cuatro Seres Vivientes. Éstas letras, a medida que se va dando la creación, se combinan y forman los doce que están simbolizados por los doce signos del Zodíaco, luego los veinticuatro Ancianos Vivientes y luego los 72 ángeles. Para todo ello hay que estudiar los versículos correspondientes del Éxodo donde están los nombres de los 72 ángeles de la kabalah, según el arcano llamado “Despliegue del Nombre (en hebreo, el Shem Hamephorash). Este proceso sería una especie de procesión desde la Unidad a la Multiplicidad a través de la combinaciones de las letras del nombre Divino tetralítero formado por Iod He Waw He. Esto es lo que vio Ezequiel en la visión del Trono y lo que contempló San Juan en la Jerusalem Celestial . La Unidad primera (la iod humildísima y Omnipotente) va, por procesiones inexpresables para el hombre, desplegándose, hasta llegar a los 72 ángeles de la kabalah, y de allí sigue desplegándose en los individuos humanos (no sabría afirmar ni negar si es que hay etapas intermedias entre ángeles y hombres), cada uno de los cuales debe llevar un nombre en el que se encuentre alguna de las letras del Nombre Divino, como que somos procesión de esa unidad, y a ella retornaremos.
Surgen no obstante dudas y desvíos, errores debido a la finitud necesaria de la mente humana.
Pero lo más importante que quiero plantear aquí es un conocimiento que me dio la gracia de Dios (no pude obtenerlo por mis propias fuerzas), una iluminación: la razón de esa frase de Cristo que reza: lo que a vuestro hermano hacéis, a mí me lo hacéis, y la otra que dice: ama a tu prójimo como a ti mismo.
Se me presenta la posibilidad de que en el reverso de la existencia, cuando no estamos encarnados: somos todos uno, el mismo arquetipo: el Cristo, el Adán Kadmon, primordial, beatífico, perfecto. Pero los actos de nuestra vida, nos hacen merecer o no poder “entrar” en el arquetipo , refundirnos con Él. Si nuestros actos malos son demasiados, no podemos absorbernos de nuevo en el arquetipo después de morir, y erramos entrando de nuevo en otro cuerpo humano inevitablemente, y volvemos a esta esfera en la que ciertamente hay amor y felicidad pero hay dolor y pesares. Esto explica algunas arcanas palabras de Jesús. Del otro lado de la trama, vemos con claridad, no por enigma, que somos todos uno mismo: el Cristo, y el daño que le hemos hecho al otro, al prójimo, en esta vida en que esa realidad estaba velada, en realidad, os encontramos con que era daño hecho a nosotros mismos!!! Nos heríamos a nosotros sin saberlo!!! De eso, nos damos cuenta del otro lado, una vez desencarnados, de modo que ya nada podemos hacer, sino reparar el daño reencarnando nuevamente, con el consiguiente sufrimiento de la vida material: la enfermedad, la envidia, el miedo al dolor y todo eso. Por eso esa frase de Jesús: ama a tu prójimo como a ti mismo (glosaría yo, humildemente: no sea que seas tú mismo, no sea que te llegues a enterar que tu prójimo eras tú mismo, y el daño te lo hacías a ti mismo), por eso debemos amar a nuestro hermano, sin juzgarlo, como a nosotros mismos, porque al dañar al prójimo, al pecar contra nuestro par en la vida, en realidad no estaríamos haciendo más que ensuciarnos a nosotros mismos, a ese Arquetipo que somos, perfecto y bellísimo, y con el cual no podemos encajar al morir en nuestra forma individual, justamente por los errores cometidos en esta vida, mientras no sabemos que ésa es la realidad, que todos somos uno, el mismo, perfecto y hermoso hijo de Dios, y eso no es fácil de ser entendido en este mundo material donde dicho Arquetipo, el Cristo andrógino (ésta es la razón de que el Arquetipo en nuestra religión se halle como dividido en Jesús y María, siendo ya Jesús de aspecto andrógino) dicho arquetipo, digo, se halla dividido en muchos individuos particulares, cada uno con sus aspiraciones y sueños sus hambres y temores, lo cual genera el conflicto, además de la precariedad de la materia. Si todos entendiéramos con el corazón que somos el mismo, si recordáramos eso, regresaría el estado paradisíaco y no habría más plano material, quizás, pero sí el Reino de Dios, con Dios y el Arquetipo, el Cristo, amándose eternamente con Amor Infinito. Eso está siendo ahora, en la Eternidad, el problema es que en la procesión, amamos “hacia abajo” en vez de amar “hacia arriba” y se sigue difundiendo la luz en las tinieblas, pero con cierta imperfección. Quizás esa es la voluntad de Dios: que la luz llegue a la Totalidad.
Lo cierto, creo, es que cuando morimos, cada uno de nosotros, volvemos a ese nivel de la realidad, pero si hemos cometido faltas, la ofuscación es grande, como dice Cristo cuando expresa que si viéramos la majestad del Hijo del Hombre, cuál era… lo cual se relaciona con la daena de la que dicen los persas que es el doble perfecto de cada hombre (es decir, me parece, el Arquetipo sin mancillar del Cristo) y cómo con nuestras acciones lo hemos degradado, es allí donde la culpa nos sume de nuevo en el nivel del mundo material y no podemos, por nuestra propia vergüenza y dolor por la forma en que con nuestros actos lo hemos degradado, recuperar el estado de Unidad en Jesucristo el Arquetipo Perfecto). Por eso dicen los hindúes que a todos los hombres se les presenta la luz de la máxima iluminación en el momento posterior al deceso carnal, pero se asusta de esa luz por las faltas cometidas y se aleja de ella, siendo que debería entrar en ella para ser reabsorbido en el arquetipo (pues la Misericordia de Dios a todos se ofrece en ese instante supremo, ya que ama a todos sus hijos por igual y comprende que todos los actos malos en el Mundo se cometen por ignorancia y por la naturaleza misma de este estado en que el Arquetipo se halla dividido en muchos individuos en conflicto). Por eso, a pesar de ese cúmulo horroroso de culpas, que es el pecado que está ante nosotros del Salmo Miserere, y que se constituye en nuestro propio enemigo y se interpone entre la Luz de Dios que nos deja entrar en el Arquetipo y ya no volveríamos a encarnar en este nivel, es el Adversario que nos ahuyenta a nosotros mismos de la Luz. La solución es entonces confiarse, abrirse, entregarse a la Misericordia de Dios y entregarse a Él, para que no sea más fuerte nuestro pecado que Su Misericordia, y podamos reabsorbernos en la Felicidad Suprema del Arquetipo. No debemos mirar atrás, porque, me atrevería a creer, todos los seres queridos que amamos están en realidad en el Arquetipo, en su luz, y muchos por miedo, por dolor, por melancolía de los que dejan en el mundo de los vivos, se niegan a entrar en la luz, y así pierden una vez más, seguramente debiendo luego encarnar de nuevo, el gran don de regresar al Arquetipo, que es el verdadero paraíso, donde todos estamos desde la Eternidad y por la Eternidad juntos sin dolor ni muerte, sino amándonos infinitamente y todos amando al Padre Creador. Pues lo que sucede es que el engaño, en el mundo material, se da por la especie del espejo, ya que (espero no cometer un gran pecado creyendo esto, pido asistencia a la Misericordia del Padre de la Luz y el Amor para estas palabras que dejo plasmadas) es que en este mundo vemos en los otros individuos el Amor y la Belleza y la Piedad, pero es un reflejo, ya que todo eso que vemos en el otro en realidad se halla en grado sumo en Dios, y es entrando en el Arquetipo que lo poseeremos de manera excelente, pero al verlo reflejado como en una luna a ese esplendor en el prójimo, creemos que no está en esa Luz que se nos presenta al desencarnar y volvemos el rostro hacia el mundo y volvemos caer encarnados en otro individuo, y todo el proceso se repite. Pero ¡cuidado! No sea que justamente ésa sea la máxima tentación: el creer que en esa luz hermosa esté la máxima beatitud y nos olvidemos de nuestros hermanos y del amor al prójimo, por eso todo esto que expreso debe ser leído con mucho cuidado y meditado durante toda la vida. Yo mismo dudo, porque el Adversario es muy peligroso y astuto. Siempre, ante todo, la Voluntad de Dios y su Misericordia.
Ruego a Dios clemencia si mis ideas no son correctas, mi fin es sólo despertar en el lector el sentimiento de que ame y se conduzca con amor y caridad, pero no por miedo; el amor debe darse por la virtud y la belleza del amor mismo, no porque el hecho de no darlo o dar su contrario, el odio y el daño, nos dañe, porque eso lo rebajaría a un comercio horrible. A un laberinto de espejos sin solución de continuidad.
Lo importante es amar, porque amando hacemos feliz a Dios, al prójimo y a nosotros mismos. Es algo hermoso por sí mismo, lo más hermoso que existe, y su Fuente inconmensurable es Dios.
Somos nada ante Dios, y la clave es la abnegación, sacrificarnos por amor, por el prójimo. Frente a Dios, el yo (ani en hebreo) es la nada (ain), y si sabemos que somos nada frente a Dios, seremos algo; pero si nos creemos, pensando con soberbia estúpida, ser algo frente a la Excelsa Majestad de Dios, seremos nada.

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