El agradecimiento según la Cabalah
La palabra Torah en hebreo contiene la incorporación (frecuente) de una tau al principio de la raíz iod-reish-hei, que alude al ejercitarse en disciplinas tales como la arquería, disparar, y dar en el blanco.
Quisiera referirme a otra palabra, muy bella, que posee esta tau inicial, para indagar sobre las raíces profundas de las que surge.
La palabra es todah, que significa agradecimiento, gracias, el sentimiento de gratitud por los dones que el Creador emana hacia su creación.
Para comenzar, quiero llamar la atención, como suelo hacer a menudo, acerca de la equivalencia fonética entre esta palabra sublime y el adjetivo español todo-toda, que, en sí, no creo que sea casual e involucra una profunda enseñanza.
No hay nada tan totalizador ni tan completo, nada tan inmediato ni espontáneo para las almas puras, como la instantánea percepción de que la belleza del Todo debe ser ensalzada con las gracias ante un regalo que no tiene límites, como es la belleza de la gran obra de D’os.
Por eso, que la palabra gracias en hebreo, todah, sea idéntica al adjetivo toda en castellano -esa lengua hermana del hebreo según he comentado en otras ocasiones- enseña que lo más completo, lo más alto que está en poder de ser hecho ante el Creador, como expresión de nuestro reconocimiento, es simplemente dar gracias de corazón por la infinita belleza de la creación.
Ahora bien, si consideramos que en todah sucede lo mismo que en torah, es decir, la aparición de una letra tau (letra del final) como manera de expresar que la perfecta y final acción que nos corresponde a los hombres es el sentimiento y la expresión de dar gracias, observaremos que la raíz es iod dalet hei.
Esta raíz significa alabanza. Nada más coherente que la alabanza y la admiración, el asombro y la estupefacción de Adam ante su Creador no sea otra que el gesto de la gratitud.
Además, la raíz iod-dalet-hei, según he percibido, contiene y proviene de la palabra para mano, iad, formada por las letras dalet y iod.
Maravilla confirmar que la primera y más pura expresión de alabanza es levantar las manos en señal de alabanza y adoración, expresando el asombro ante la maravilla del universo, que nos permite presentir a su Creador.
La expresión prístina y primordial de la alabanza es extender hacia el cielo las palmas, las manos… acción que, si es sincera, conlleva un inmediata recepción de las más sublimes gracias celestes, los dones que pueden llenar e iluminar completamente el alma, de manera que es inmediato y uno (y no una relación contractual o comercial) el recibir los favores del cielo, en el mismo momento en que, en señal de adoración, se elevan las manos hacia la inconmensurable altura que se pretende alcanzar, pero respetuosamente, y embargados de sentimientos inefables.
Si continuamos indagando, vemos que la mano es sinónimo, paradojalmente, del número cinco, por los cinco dedos que posee, y que 5 es el número, por gematria reducida, de la palabra iad, mano, pues iod vale 10 y dalet 4, de manera que, sumadas, producen la cifra 14, y 14 se reduce en el cinco, los dedos de la mano.
La letra hebrea que posee el valor cinco es la hei, la letra que menor esfuerzo requiere para su pronunciación, a la vez que alude al soplo de asombro, el incontenible ¡ah! que surge de la consideración del universo, su armonía y su belleza, y que es ya la plena acción de gracias, encarnada en el reconocimiento de su maravilla inefable.
De manera que la hei, el número cinco, que es la bendición (que se imparte con la mano) está presente y es la raíz misma de la acción de gracias y de alabanza, iod-dalet-hei.
Lo asombroso es que si consideramos la forma jeroglífica de la letra hei, es decir, la forma primera que tuvo esta letra, todo lo que hemos dicho se ve confirmado y rubricado por la evidencia.
Porque la letra hei, la exhalación del asombro que es a la vez gratitud por la existencia que surge de la fuente de bondad y amor del Creador, no posee otra forma sino la de un hombre que levanta sus dos manos, en señal de alabanza y admiración, como dando gracias, hacia el Creador que reconoce por encima de sí, en las alturas.
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