Lectura de la lectura
Análisis cabalístico de lo más pequeño y lo más grande
Lectura se dice en hebreo miqrah, de la misma raíz que en árabe la palabra Corán. Esto nos recuerda otra palabras, esta vez griegas, que refieren a lo más grande y a lo más pequeño, con el cambio de una sola de sus vocales, micro-macro.
En cabalah, se dice que mientras más pequeño, más insignificante, más minúsculo es un elemento, mayor será su importancia, porque D’os trasciende las fronteras, pero donde más cerca se está de Él es en el limite de lo más pequeño y de lo más grande; D‘os es lo mínimo y lo máximo, allí habita: en el infinito que subyace latente un paso más allá de lo más pequeño y de lo más grande, no en vano nimius-a-um significaba enorme en latín, aunque luego pasó a significar lo más pequeño, insinuando que los extremos se tocan; así como la aleph, la gran aleph de la totalidad -letra enorme- vale uno, y iod, letra la más pequeña y punto mínimo, vale 10, como expresando que el fin es el comienzo y el comienzo el fin, máxima hermética similar a aquella otra de que los primeros serán los últimos, y los últimos los primeros. También se colige esta certeza de que el ojo de la aguja y el hilo que pasa por el ella son, en el límite, una misma identidad, ya que iod (fina como un hilo) y quf (el ojo de la aguja) no son más que la misma verdad, si bien una de ellas en una octava más alta (iod vale 10 y quf 100), de manera que el ojo de la aguja por el que debe pasar el hilo no es más que un retorno hacia sí misma de la iod que se ahueca, como un ouroboros que se muerde la cola. No en vano ambas letras conforman el sufijo para lo más pequeño: el diminutivo hebreo está formado por una iod más una quf.
Miqrah es lectura en hebreo, y palabra que pareciera relacionarse providencial y misteriosamente con el mikrós griego, en la medida que nos invita a leer lo más pequeño, y al tiempo lo más grande -en griego makrós -, porque en esa cupla de opuestos encontraremos a la divinidad.
Ello recuerda aquella otra hermética frase de Jesús en la que entra a jugar la jota (frase que expresada en hebreo no puede involucrar ninguna letras más que la iod como sinónimo de lo más pequeño).
Recordemos que, de manera misteriosa en una especie de grafía providencial, la evolución de nuestras letras i y jota les concedió la existencia arriba de sus cuerpos un puntito, como para recordarnos que provienen de la iod hebrea que no es sino un punto…
De la misma manera, en hebreo, mientras más pequeño es un detalle, más importancia cabalística reviste, como las tagim o coronas de algunas letras, o los puntos vocálicos puestos por los masoretas por encima o por debajo de la caja del renglón.
Esto recuerda también que la lectura del cielo implica el nombre divino; el nombre de D’os está patente en el cielo, escrito con las estrellas ya que de este modo s cierra el círculo de que lo más inmenso (las constelaciones y lo más menudo (las letras que son como pequeñas patitas de insectos escriben con su existencia el nombre divino.
Pero de lo expresado también se desprende que no hay nada que sea definitivo en sí mismo excepto D’os, así como estas estrellas contienen el shem o Nombre divino en los shamaim, los cielos (¡y literalmente en shamaim están contenido shem!) por eso los cabalistas se concentraron en leer lo más pequeño (las letras) y lo más grande (las constelaciones) porque en ambos extremos, entre ambos polos, oscila y se pasea por sus ámbitos la divinidad, así como el Shem el Nombre tetralítero (=340 por gematria) está en el sefer, el libro sagrado (=340) y en sofá (=385 por gematria) está la presencia divina (Shejinah=385).
Eso se comprueba si vemos que las estrellas parecen (desde la perspectiva del ojo observador) pequeños puntos, pero cuando nos acercamos son inmensos mundos complejos, esferas de gas sin unidad real sino tremendamente compuestas y extensas, porque su unidad es ilusoria y la única verdadera unidad está en su Creador, siendo todas las otras unidades del universo sólo construcciones intelectuales, a la vez que expresiones metafóricas de Su unidad. Así también, las letras hebreas parecen unidades simples , pero la indagación permite que las concibamos como elementos complejos (bet es 2 pero es 412, ya que está formada por una bet, una iod y una tau;, aleph es uno pero es 111 pues está formada por una Aleph, una lamed y una pe; vav es 6, pero también es 13, ya que la conforman una vav una Aleph y una vav. La estructura misma de cada cosa a la que atribuimos unidad ficticia o convencional es factible de ser descompuesta ad infinitum en unidades menores, y en la profunda médula de cada cosa volvemos a hallar, en sus componentes, la cosa misma de la que partíamos indagando en su análisis. La forma que nos viene a la mente entonces es la de un ouroboros, un anillo sin fin que se autodevora a sí mismo en un círculo sin fin.
La unidad se subdivide a si misma y la pluralidad surge de la unicidad, así como una letra se despliega en su nombre complejo, así como la iod vale 10 pero desplegada vale 20, de esta manera, el Uno genera la pluralidad y hasta la muesca o punto mas pequeño es capaz de generar el todo; iod genera a aleph, y de aleph se vuelve a iod en una graficación del latido universal, que en el Nombre divino se comprueba como las dos he de la respiración de D’os, la sístole-diástole +de la respiración divina que es el devenir de los universos. De manera que así se genera una danza que va del punto al todo y del todo al punto.
Por todo lo comentado, podemos confirmar que toda lectura es infinita por definición, ya que puede leerse un texto desde todas las perspectivas, porque en definitiva un texto es un juego de espejos enfrentados que produce el infinito.
De manera que la misma palabra para lectura –miqrah- nos invita, en hebreo, a ver lo más pequeño mikrós (si hermanamos hebreo y griego), pues lo mínimo es contenedor de lo más grande, y en lo más insignificante y humilde está lo más bello, así como en el vacío (bohu=13) esta lo más pleno, el amor (ahabah=13) y todo es una rueda sin final, que se muerde la cola en el todo (optan, rueda=137) que es el juego que la qabalah permite intuir y decodificar (qabalah=137) y su juego infinito es la lectura infinita de las infinitas letras de Su nombre, que está escrito en el cielo (lo más grande) y en lo más pequeño (los puntos de las letras).
Ésa es la misma idea que inconscientemente subyace en las pareidolias , ya que todo puede verse en todo y Su nombre está en las piedras, las plantas, los troncos, las hojas, los caparazones de las tortugas, las nubes, los cristales y hasta en el pelaje del tigre, como quería aquel sacerdote de Borges, Tzinacán, con el cual adquirió la omnipotencia en su celda .
Lupa y largavistas, microscopio y telescopio son, en el foco del infinito, lo mismo y viajan en su búsqueda del creador, en la misma dirección, sea que buceen en lo más grande o desmenucen lo que contemplan hasta sus componentes más pequeños, en uno y otro caso, el viaje es infinito.
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