Definición cabalística del tarot
Mucho se ha discutido sobre la historia y orígenes del Tarot, pero el sólo hecho de que los arcanos mayores de la baraja sean 22 habla a las claras de que el origen es hebreo, con raíces indudablemente egipcias.
Veintidós arcanos que son 22 caracteres con los cuales se escribe todo lo que existió, existe y puede existir, las veintidós letras del alefato hebreo.
Pero el nombre mismo de esta ciencia combinatoria, cuyo fundamento es aquella ley del Universo que Jung llamó el principio de sincronía, analizado desde una perspectiva cabalística, nos aporta la confirmación misma de lo que queremos indagar, como en toda indagación y escudriñamiento cabalístico.
Tarot es una palabra cuya etimología se halla en discusión, y las soluciones aportadas son numerosas. Una de ellas, una de las que me parecen mas interesantes, es la que asocia el vocablo con el término hebreo tseruf, que proviene de la raíz trilítera tsade-reish-pe, y que significa acrisolar, poner a prueba, hacer sufrir un reto, extraer aquello que, de algo, se encuentra oculto, para indagar su interioridad.
Tal raíz asocia la actividad propia de los crisoles, ese aparato de alquimistas y trabajadores del metal, que consiste en un recipiente en donde el metal es llevado a estado de fusión para escudriñar su pureza, ya que se lo funde y se dividen sus componentes, análisis que redundará en beneficios para saber la liga de los metales que intervienen en la composición de la pella o masa metálica. Esto sólo se logra por fusión, sometiendo a gran calor la masa metálica.
En los Salmos observamos el término, en ocasiones asociado al verbo bahan, para hacer referencia a que la Divinidad prueba al hombre con malas experiencias y sufrimientos para saber qué reacción tendrá ante tales retos, tal como, de manera extrema, realiza con Job, para ver de qué metal está hecho ante el sufrimiento que le impone.
Cabalísticamente y en cuanto a la rotación de las palabras, el método del tseruf entre los cabalistas consiste en poner a prueba las palabras de la Torah, rotando sus letras, y hallando nuevas combinaciones para exprimir los sentidos ocultos que éstas tienen incorporados de manera latente, procedimiento basado en las palabras del Texto sagrado: , donde el Creador hace de manera metalingüística una reflexión sobre la posibilidad de poner a prueba su palabra para comprobar que, de manera latente, subyace en ella su propia justificación, grandes misterios, y establece así la vía de la cábala como método combinatorio para extraer de la Torah caminos de sabiduría que conducen al conocimiento y al manejo absoluto de las fuerzas que rigen el Universo.
De manera que el Tarot, si derivara de esta palabra, haría referencia a la combinatoria que se realiza de los arcanos (cada uno de ellos una letra) para extraer mensajes de esas combinaciones, tal como se presentan ante la energía que el consultante lleva al tirador, para que dicha energía se imprima momentáneamente en el mazo y obtenga así las respuestas a su futuro y a sus inquietudes en los más variados campos de su vida sobre los que quiera echar luz.
El tarot es así una especie de combinatoria lulliana o leibniziana, que trabaja con la energía que en ese preciso momento aporta el consultante, afín a la regla que dice que es de nuestro propio inconsciente que debemos sacar la luz, de esa noche donde debemos sumirnos, buceando, cavilando para extraer las respuestas a los desafíos de nuestro paso por la vida.
Por ello, el principio que rige la tirada de tarot es el de sincronía, postulado por el psicólogo Carl Gustav Jung, afín al principio de simpatía en el universo, según el cual la vibración que trae consigo el consultante, en su plano físico, astral y mental, se transfiere momentáneamente al mazo y se corporiza en los arcanos que para él salen en la tirada, un principio que indaga y revela la oscuridad del futuro o de pasado del consultante aún más allá de su propia consciencia, este principio de vibración no es de índole cronológica ni causal, sino que acciona energías desconocidas, incomprensibles para la mente racional basada en el principio de causa y efecto, principio de lógica temporal y sucesivo, el cual es suplantado por uno espontáneo e inmediato, afín a la eternidad. Es el mismo principio que menciona Cicerón, cuando dice que los sueños hablan del futuro de la persona, pues el alma viaja al plano de la eternidad durante el sueño, donde contempla con igual comodidad su pasado como su futuro, y luego regresa al mundo de la sucesividad, ya cargada con este saber premonitorio.
Interesante es esta relación entre el vocablo tseruf y el Tarot. Los cabalistas pulsaban conscientemente y con fines muy precisos las palabras hebreas, acrisolándolas, poniéndolas a prueba mediante el fuego de la rotación de sus individualidades o componentes estructurales (las letras) para extraer mensajes secretos y respuestas a sus inquietantes sobre los más variados temas, como cuando se le pregunta a Raví Akivá en el libro del esplendor, en el momento en que maestro y discípulos miran maravillados el cielo nocturno con sus jeroglíficos de fuego helado; Maestro ¿quién creó estas cosas? (en hebreo Mi eleh?) Y Ravi Akivá contesta, iluminado súbitamente por una fuerza superior, usando las mismas letras de la pregunta: Elohim! Máxima expresión de lo que puede cavilarse e indagarse a través de tseruf.
Fructífera etimología, pero no la única; desde un punto de vista cabalístico, podemos entender e indagar la palabra Tarot relacionándola con la palabra del Texto sagrado, el Sefer haShem, la palabra de la Divinidad.
Quisiera postular otra, que incorpora una cavilación mucho más profunda aun, del término tarot, que lo vincula con la palabra Torah.
Torah es el texto sagrado hebreo, en la medida en que es una flecha que se dispara, como un paquete de conocimientos, de generación en generación de unos intelectos a otros, de unos hombres a otros, para mantener la palabra de D’os entre los hombres. Por ello proviene de la raíz iod-reish-hei que indica la labor del que tira una flecha con arco, del arte de la arquería. ya que la flecha se dispara ara que hienda el aire, y llegue a su meta, el blanco de su destino.
La Torah es una flecha intelectual que se lanza de mano en mano para que siga avanzando y nunca se pierda. La palabra sustantivada, incorpora la tau de la materia.
Tarot es maravillosamente como un reverso del término Torah, y esa afinidad fonética constituye un brillo más entre los indicios que vinculan al tarot con el pueblo hebreo.
La finalidad de estas páginas es interpretar cabalísticamente la razón de la inversión especular de la palabra Torah en Tarot, con el agregado de una tau. La Torah, como tal, es un escrito sobre la totalidad de la obra divina, e incluso una clave en donde podría, según algunos cabalistas, encontrarse cifrado el nombre mismo del Creador; como tal, la Torah explora la totalidad del pasado, presente y futuro, lo que es, fue y será en su totalidad.
Ahora bien, es innegable que se apoya (si tomamos los libros del Pentateuco), en acontecimientos que ya tuvieron lugar, de manera que mira hacia el pasado, en lo que concierne a esos escritos, aun cuando desde una de las perspectivas cabalísticas, el Génesis habla de una creación constante, e incluso de un proceso que se está llevando a cabo en este mismo instante y que, sin solución de continuidad, durará eternamente. Pero, la transcripción humana de las vicisitudes del pueblo hebreo en le desierto, es una crónica del pasado. Desde este punto de vista, es lícito leer Torah.
Pero ahora viene lo fantástico, lo inquietante.
Si después de haber reflexionado sobre esa naturaleza de crónica de la Torah, consideramos la palabra Tarot, podríamos hablar de una Torah inversa, un proceso de exploración del camino a recorrer por el ser humano, por cada individuo, por cada consultante.
La exploración, sirviéndose de los caracteres inmutables con los que el Creador sentó, sienta y sentará siempre las bases del Universo, para que nos revelen lo que aún no está escrito, pero que ha de escribirse o, mejor dicho, de lo que ya está escrito sobre el sendero de la vida del consultante, pero que está por revelarse.
Desde esta perspectiva, el tarot es una máquina combinatoria que fuerza al secreto, exprime la oscuridad del futuro volcando luz sobre ella, para forzar a lo incógnito a revelarse y a presentarse ante nosotros. Desde esta perspectiva, es lógica y comprensible la inversión de Torah en Tarot.
Lo que la Torah narra hacia el pasado, hacia atrás, el Tarot lo escudriña hacia el futro, hacia adelante.
La incorporación y la presencia de la tau en la palabra Tarot es muy oscura y ardua para analizar, pero lo intentaré.
La tau abre y cierra la palabra tau, de manera que limita tanto al final como al comienzo la palabra tarot creando una circunscripción que habla de que la baraja indagará los procesos limitados y temporales de la vida terrena del ser humano, como segmento que empieza y finaliza, mientras que la palabra Torah es más bien una semirrecta, con comienzo, pero que finaliza en la hei de una extensión indeterminada y eterna, sin límites.
Mediante tal estrategia, de índole absolutamente cabalística, la palabra tarot circunscribe su ámbito de visión a un tiempo finito que es la vida del hombre, en sentido inverso, es decir, indaga el futuro, por eso su inversión especular con respecto a Torah, ya que su fin no es sustentarse en el pasado, si no indagar sobre todo el futuro, y aunque también observa el pasado, solamente lo indaga, no establece sus bases, como sí lo hace la Torah.
Si alguna duda cabe, después de esta explicación cabalística, sobre el cimiento hebreo y cabalístico del tarot como un mecanismo combinatorio que fuerza a la revelación a los engranajes ocultos del futuro de la vida temporal de cada persona, podemos invocar dos palabras relacionadas: naipe y baraja.
Baraja, el mazo de cartas, es, fonéticamente, una palabra idéntica a berajá, bendición en hebreo, y naipe es maravillosamente similar a nabí, que en hebreo es el profeta, aquel que tiene la visión interna para escudriñar los caminos ocultos y el porvenir de los seres humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario