Etopeya de Saturno
según Fotinio Pansophos, astrólogo de Uqbar
Saturno es astringente, le repugnan los jugos vitales y la fertilidad de la carne; simétricamente los humores, por lo general, le tienen terror y se alejan de él, y así bajo su influjo se secan los cuerpos y devienen amojamados. Sin embargo, aliado con la Luna tolera y fomenta los líquidos estériles y perjudiciales que embotan el cuerpo, las linfas que en su aparente humedad portan sequedad. Preside los amargores, los bostezos y la soledad.
Saturno prodiga las ojeras verdosas, signando además un profundo hoyo en el mentón, que delata a la persona cavilosa, taciturna y maquinadora, generalmente malvada o solitaria. Rubrica también a los que se hallan bajo su esfera con sus orejas separadas de la cabeza y prominentes, y se deleita en una puntiaguda nuez de Adán, quebrada y excesiva. Hace a la piel macilenta y amarilla y ulcerada. Exacerba los nudillos de los dedos, a la vez que a éstos los adelgaza casi hasta los huesos. Curva la espalda y propicia el asomo de las vértebras como espinas, y el de las costillas como el interior de la quilla de los barcos.
Es por su trabajo que se vuelve amarillenta la esclerótica del ojo y cuando comienza a vencer al hígado, en la vejez, manda a través de éste las máculas que constelan las manos, y obliga a retirarse las encías de sus cuencas, ennegreciendo, afilando y separando las bases de los dientes.
Se dedica a manchar de negro las uñas, anunciando así próximas desgracias que se concretan cuando la mancha llega al borde de la uña, y que son especialmente terribles cuando la mancha es muy grande o tiene la forma de espinillas agudas.
Su epifanía es doble: en el embotamiento del estómago pesado de comidas que hacen subir densos vapores al cerebro cuando el hígado, empastado, combate con grasas que no lo dejan aligerarse, y en el exacto instante en que el ser humano concilia el sueño: es entonces cuando Saturno aprovecha para manejar estos vapores y moldearlos fingiendo simulacros de desiertos, ángeles grises y crepúsculos que nunca se resuelven en el día ni en la noche; proyecta entonces fantasmas de horripilante decrepitud que se ciernen en círculo y sobre el rostro de quien está conciliando el sueño, generando un pánico saturnal que sobresalta a la persona; sin embargo, es fácil conjurar estos ídolos extraños: basta con evitar llegar al estado de sueño boca arriba, sino buscando siempre una posición oblicua de los ojos, de modo tal que no miren perpendicularmente al techo.
Saturno se complace en el bostezo largo y extraviado, y con excepción de las imágenes descritas, prefiere otorgar el oscuro sueño sin sueños. En su escaso comercio con los humores, forma pantanos estancando linfa en los párpados que devienen hinchados y somnolientos, y abultando las bolsas de los ojos. Es él quien procura y asiste a la proliferación de la lagaña, debilita la agilidad juvenil atesorando cristales agudos en las articulaciones y consintiendo los estreñimientos. Se deleita en la quemazón y la acidez de los jugos gástricos que borran la sonrisa y fruncen hacia abajo las comisuras de los labios, y respira bilis, espesándola así, y ennegreciéndola junto con la sangre.
Lo espantan los estornudos, a los que teme, y también detesta los gorjeos de los infantes, las risas de los niños y la mirada entornada de la doncella.
Gobierna y presta su poder a las plantas de savias amargas y venenosas, como el acónito, la lechosa mandrágora y el amargo beleño.
Algunos dicen que son suyos los espíritus que, en su danza nocturna, vuelven amargos algunos círculos en el pasto y que el ganado evita pacer. Otros han escrito que lo llaman los sonidos roncos y súbitos, como la voz del cuervo y la del asno. La acritud del excremento del murciélago en las cavernas es el mejor sahumador para las ceremonias dedicadas en honor de Saturno.
Encontrará su hálito, si alguien tuviere interés en comerciar con sus espíritus dañinos, en el ripio de los pedregales, los baldíos solitarios, las ruinas que los verdores se obstinan en desdeñar, los lechos secos de los ríos y los desiertos laberintos de piedra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario