El Creador y el dolor
La idea de sacrificio y de dolor en el Creador por amor a sus criaturas se observa en el valor gemátrico especular de corazón (corazón, vale 32 y es lev en hebreo) que es 23 y que alude a dolor, ya que es el valor de la palabra hebrea para dolor, keav. Esto se confirma ya que el vocablo puede descomponerse en ke av = como el Padre, es decir, es connatural a un perfecto y máximo amor el dolor y la preocupación por sus hijos.
Pero no sólo en ello, el tzimtzum, que es la idea misma de Luria acerca del procedimiento para la creación que realiza la Divinidad, involucra un autosacrificio, porque no expande de sí el mundo, pues no hay lugar que para Él en Sí mismo, sino que opta por autolimitarse y concentrarse en un punto generando -en la medida en que esto puede ser concebido por nosotros- un espacio en el que se generen los seres particulares. Es de su autosacrificio y limitación que surge la posibilidad de individualidades limitadas, sus hijos. Esta restricción que D’os se autoimpone es fruto de su amor, que lo lleva a anhelar la compañía de seres que estén a su lado en el existir.
Es hermosa (aunque inquietante) la idea de un Creador que muere, o al menos se silencia para dar lugar a su progenie. La idea circula por otras realidades cabalísticas, como la del nombre divino, el Tetragrama, y que debe ser recompuesto por los seres mediante el amor, lo cual se da hasta en la forma que adopta el corazón humano, o la interacción de los hombres mediante la circulación del rúaj por medio de sus rostros, manos y palabras.
Esto se deduce del valor de la palabra ahabah (amor) y del Tetragrama, 13 y 26 respectivamente. De acuerdo a una bella interpretación de esta cifra que se duplica en el Tetragrama, D’os no es sólo amor, sino su Fuente y por eso es Dos veces amor. Pero hay otra lectura que me gusta más, y es la que dice que D’os resurge, se construye, digamos (después de haberse recluido en un estado potencial) cuando dos individuos se aman, y es el tercero en la relación. Por eso el Tetragrama se forma mediante dos ahabah (13 + 13).
De manera que esta interpretación involucra la idea de que D’os se ha autorestringido a un estado potencial y latente, y que debe ser construido, revivido, actualizado, lo cual sucede, por ejemplo, cuando dos personas sienten amor recíproco, de manera que ahabah + ahabah (13 + 13) = HaShem (26).
Esta recuperación de la divinidad me recuerda el relato comentado por Borges acerca de A Bao A Qu, ese ser mítico que intenta restablecerse con cada persona que sube los peldaños de una torre, y que va creciendo, pero cae muerto nuevamente si el hombre que asciende la escalera no alcanza la perfección.
La aparición de Dios en el amor, como un tercero que completa la relación, es algo que resurge en el hijo. Hay tres socios, dice el judaísmo, e un hijo: su padre humano, su madre humaos y D’os. Esto se ve en la gematria de ieled (niño), de em (madre = 41) de av (padre = 3) y de Adam, el hombre (= 45).
Dios se autocoloca en suspenso porque quiere ser recreado, se deja reconstruir, quiere volverse un producto, una construcción, quiere surgir , anhela surgir del amor busca, anhela ser encontrado no irrumpir autoritariamente es una conclusión necesaria de la forma en que existe el mundo.
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