viernes, 16 de marzo de 2012

La Percepción de los Arquetipos

La Percepción de los Arquetipos

Escuché días pasados, con suma sorpresa, el Ombra mai fu de Bononcini, sin saber que el de Handel era una readaptación de éste, a la vez que el de Bononcini lo es e una composición de Cavalli.
Y realmente la readaptación de Handel difiere muy poco de la pieza de Bononcini; sin embargo, la diferencia es enorme. Paradójicamente el ritmo y la melodía se parecen estrechamente, pero la versión de Handel es bellísima, sobrenatural, un rayo de la Fuente de la belleza misma, mientras que la de Bononcini es algo insípida.
Creo que lo que se puede inferir de estos fragmentos no es la capacidad de reelaborar melodías de Handel. Creo que lo que podemos inferior de esa maravillosa circunstancia de dos fragmentos tan parecidos y tan alejados a la vez, es una conclusión asombrosa, una conclusión que los místicos intuyeron hace ya mucho: somos oyentes, no creadores, de las melodías, somos sujetos perceptores, no emisores, de la luz infinita.
Creo que la melodía celestial de amor infinito y arrasador del Ombra mai fu existe desde la eternidad, manando del corazón de la Fuente de las fuentes, y una de las infinitas manifestaciones con las que expresa su amor por toda su creación. Creo que esa melodía fue escuchada por Cavalli, Bononcini y por Handel.
Cavalli la escuchó primero (no he escuchado esta primera versión), luego la escuchó Bononcini, pero arduamente, con dificultad, y la reprodujo laboriosamente, trabajosamente, como pudo. El mérito de Cavalli es el de haber sido pionero. Lueg Bononcini escuchó algo en la de versi´pn de cavalli que intentó poner de manifiesto de manera más evidente, un giro en el diamnte de esa melodía que retrataba mejor la perfección de la gema en sí.
Creo que finalmente Handel escuchó el intento de Bononcini por apresar esa melodía infinita y también tuvo la intención de legarla a nuestro mundo, de un modo más perfecto, y creo que pudo percibir con mayor detalle, con mayor sutileza, la belleza escondida en las notas que Bononcini había tratado de transmitir; y reprodujo así, con belleza destructora, la emisión de olas de amor del creador por todo lo existente, pincelando el abismo de amor que emana de la Divinidad hacia toda su creación.
Pero aunque más acabado, creo que el intento de Handel no es la versión última y perfecta de la melodía, tal como ella surge de los hontanares de la Divinidad.
Creo que todos escucharemos esa melodía tal cual es a su debido tiempo, y que si la escucháramos ahora, seríamos aniquilados en un arrebato y un éxtasis de belleza tan grande, que ya no habría mundo… y que por eso Dios reserva la total apertura de Su corazón solamente para ese instante en que entramos en la perfección de nuestra naturaleza adámica restituida, infinita, inefable y en la contemplación colectiva y perfecta de Su rostro sin par.

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