Acerca de los tortuosos senderos del pensamiento cabalístico
La palabra habraqah en hebreo significa iluminación mística súbita, y desde una perspectiva cabalística podemos entenderla como una graficación instantánea del proceso (que no es tal sino que es inmediato) por el cual comprendemos una realidad trascendental no lógica ni discursiva; consiste en una vibración (resh) que se abre camino en el vacío (boq) y que produce así la chispa del rayo o relámpago (baraq) entre dos momentos de inspiración-exhalación (h-h), todo ello es un instante fulminante en el que se da este rayo que surge de la divinidad misma y desciende poniendo incandescente todo el árbol sephirótico (cuyo recorrido recuerda justamente la forma de un rayo)
Esto es el lo que se puede comprobar si analizamos (desplegamos) el término miqreh (coincidencia) que coincide letra por letra con la palabra miqrah (lectura), de manera que lo que se puede leer es lo escrito, es decir, una lectura es un despliegue de algo fijado, por lo que la coincidencia es la lectura de algo previamente fijado ; y si coincidencia (azar, casualidad) es algo fijado y escrito, hasta lo que para nosotros está liberado de las leyes de la causalidad (que es el modo como entendemos todo lo que proviene de la divinidad) también lo que parece caótico o azaroso proviene de ella.
El término y el concepto de miqrah involucra así por rotación o tsiruf a raq mi H (solamente a partir de la divinidad) de manera que en el seno mismo de la palabra hebrea para coincidencia hallamos su explicación: ella solamente puede provenir de la divinidad, se trata de algo liberado de la determinación divina, pero que a la vez y paradójicamente no se desprende de la divinidad ya que nada puede desprenderse de ella.
De manera que miqreh raq mi H es posible si proviene de la divinidad, aun cuando no provenga de Su causalidad, ya que si proviniera de la causalidad misma, no sería coincidencia ni azar, sino efecto de concatenación lógico-temporal, pero una coincidencia no es causalidad, sino casualidad por rotación de causa- en casua-.
Ahora bien, una indagación cabalística aun más profunda involucra el termino hebreo para solamente (raq). Consta de dos letras: la reish y la qoph, que naturalmente se hallan de espaldas en el orden que poseen en el alefato, ya que la qoph (que es santa, qadosh) se indigna y da la espalda a la reish (malvada, rashá); pero en raq ambas letras curiosamente no se encuentran de espaldas sino que se miran, de manera que la qoph condesciende a mirar incluso a la reish siendo ésta malvada, es decir, la divinidad no se aparta totalmente del malvado, sino que a pesar de que le repugna, lo sigue asistiendo, y transgrede por amor sus propias leyes, ya que si nunca mostrara su rostro, la reish (el malvado) dejaría de existir, pero la divinidad no lo desea, pues es mas fuerte su amor que sus propias leyes, tan duras e inflexibles como éstas puedan ser.
De manera que a veces D’os le muestra el rostro permitiéndole que viva, pero esto se da en la palabra sólo, de manera que el malvado experimenta la sensación de que la divinidad no lo ve, y sufre sus consecuencias: se siente abandonado, olvidado por la divinidad y no asistido, si bien el cabalista sabe que hasta en los momentos más fuertes en que se saborea el vacío la divinidad nos esta asistiendo aunque no gocemos de saber que nos mira, es decir, no gozamos de su rostro cuando obramos perversamente, pero no porque realmente nos lo oculte.
Si continuamos el despliegue cabalístico, vemos que la expresión raq mi H, solamente a partir de la Divinidad, una vez sustantivado el adverbio raq, forma soledad (apartamiento o vacío) de la presencia de la divinidad, de manera que una reflexión nos revelaría que una coincidencia es un acontecimiento del que la divinidad se desentiende, pero si colocamos entre comillas el término raq y sobreentendemos el verbo ser, comprendemos que este hueco o vacío, este solamente (=es, proviene) asimismo de la divinidad, es decir, también provienen de su voluntad inescrutable y tienen en Él su fuente, y no se originan por sí mismos (como nada puede hacerlo) de manera que hasta las coincidencias son realidades que, sin ajustarse a las leyes causales por la divinidad impuestas, provienen de Su infinitud no menos que de Su presencia y existencia.
Para retornar al primer párrafo de la presente indagación debemos decir que la iluminación espontánea del místico, por la cual recupera el estado paradisíaco, cuando un rayo enciende todo su árbol sephirótico, y lo recorre insuflándolo con el fuego primigenio del amor divino y la luz del comienzo, es un regalo que no tiene causa en ninguna conducta meritoria del místico, en la medida en que es una dádiva divina, y los canales se hallan completamente abiertos para quien los puede encontrar, o mejor dicho, para aquel a quien D’os quiere revelarles sus fuegos hasta el grado de esplendor que el místico pueda tolerar.
Porque en este caso se produce una casualidad, ya que la revelación de Su belleza al místico no es algo ganado con el esfuerzo, sino un regalo gratuito de la infinita generosidad divina, cuya fluidez (nozliur) es una luz (nur) gratuita y sin precio (zol), que se da a quien la busca, ¡bendito sea Adonay!
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