viernes, 16 de marzo de 2012

Monedas, almas, ideas y palabras

Monedas, almas, ideas y palabras


En algunos de mis sueños se produce un extraño fenómeno, y es el de que las monedas “son” palabras. Cómo, no lo sé, pero en esa lógica crepuscular (con la luz suave de un amanecer, seguramente, a un nuevo y más lucido nivel de existencia, que no de un ocaso) entiendo, o se me presenta la realidad de que las monedas son palabras, o son conceptos y viceversa, las palabras son monedas de otros mundos vibracionales. Durante el sueño, me resulta de lo más natural que así sea.
Ello me ha hecho reflexionar sobre ciertos pensamientos que me vienen rondando desde hace ya tiempo, y es la relación entre monedas y conceptos (ideas platónicas), entre monedas y almas, y entre monedas y palabras.
Las ideas divinas, los arquetipos platónicos, son perfectas y eternas, pero al manifestarse en esta realidad material, sufren menoscabo.
Cada individuo participa de la idea divina encarnándola en materia (sean árboles, hombres, cosas…), ahora bien, la materia en la que estas formas inmutables toman cuerpo, a veces las cristalizan imperfectamente, lo cual no implica que la idea en sí no sea perfecta. El mal surge así de cierta “resistencia” de la materia (resistencia que puede ser carencia o abundancia, y así surgen las deformidades físicas, las excrecencias, los defectos), en su receptividad de las formas perfectas.
La idea (género) “sufre” al materializarse, si no es perfecta (y nunca, al parecer, lo es) la receptividad, la pasividad de la materia. El instante inasible en que la materia y la forma copulan, interpenetrándose, tiene sus riesgos, seguramente en la falta de receptividad, de pasividad absoluta de la materia . Esa resistencia, que puede ser de variable, comparable con el miedo, con una interferencia de un aparato al recibir una señal, es lo que provoca el mal, el defecto. Esto, de cierta manera, alude también a la absoluta confianza que debe manifestar el alma en el momento supremo y su conformidad a la Misericordia divina, abandono sano tan difícil para el alma que ha pecado y se enfrenta con la belleza y la magnificencia de la Fuente de Amor que es el Padre Supremo.
El asunto de la unión forma-materia, idea-cosa, fue entrevisto y analogazo con el fenómeno de la producción monetaria o de sellos de especie semejante, al acuñarse el término arquetipo” para las ideas eternas. La palabra viene de primero, o rector (arkhé) y golpe (typos). La incorporación de la idea en la materia para actualizar a un individuo en el mundo material fue visto, arriesgo, como un proceso de acuñación o de estampado de un molde (idea) en cera (la materia) o en metal. Así, la producción de monedas -que justamente se divulgaba en Grecia hacia el siglo V-IV a.C. y era un fenómeno relativamente nuevo -, se toca con esta concepción de l estampado del las ideas para crear los seres de este mundo. Está también el tema del reflejo y del espejo, pues cada cosa es un reflejo, en el espejo de la materia, de los arquetipos.
Ahora bien, cada alma ¿qué relación tiene con los arquetipos? cada alma sería un reflejo de un único arquetipo perfecto (el Adam Kadmon) de los cabalistas, y su objetivo, tal vez, es encarnar lo mejor posible ese arquetipo, porque al regresar a él, el sufrimiento tal vez es mayor, en la medida en que más se haya alejado de ese ser bellísimo (la daena de los persas, nuestro doble perfecto, nuestro arquetipo al que debemos retornar).
La forma de que cada alma se moldee y emprenda el camino de regreso al Arquetipo sería, a su vez, su entrada en el reino de la carne, de la materia, el hombre sería una encarnación, por tanto, del alma que a su vez es un reflejo del Arquetipo que es Cristo.
Esto explicaría muchas frases oscuras de Jesús y otros iluminados, que involucran al “Hijo del Hombre” y a que Cristo esta en cada uno de nosotros. O quizá directamente lo que encarna en la materia es esta alma única y perfecta, pero al entrar en la materia sufre una cierta “kenosis” o sufre de su entrada en la carne, y su camino debe ser realizar el ejemplo de Cristo (justamente a través de la imitatio Christi) para regresar al arquetipo, ser rechazado por el Arquetipo, por no haber filtrado esos errores durante la vida, sería necesariamente volver a encarnar.
Las monedas, sobre todo las antiguas, ejemplificarían muy bien ciertas cosas que se producen en la encarnación del alma.
Cuando el flan de metal tiene excesivo material, no hay tanto problema, pues la imagen se imprime perfectamente, aunque sobra materia; si hay poco metal, en cambio, se producirán errores de defecto y la imagen no se verá bien, faltará materia, y esto afectará el diseño.
También se pueden producir infinidad de otros errores, por la suavidad excesiva del golpe del martillo, o incluso quebrarse el flan de metal si, por el contrario, el golpe es demasiado fuerte. Descentrados, mala calidad del metal, son otros tantos errores. Un caso aparte es el desgaste propio del circular de la moneda, que es natural, como lo es el desgaste de nuestro cuerpo durante la vida.
En el caso de las almas, el Amor borra y suple todos estos inconvenientes, en la interacción de las almas, de allí la virtud de la tolerancia, de la comprensión, de la no discriminación del diferente.
El arquetipo es uno y el mismo, pero cada ser humano (cada moneda) es diferente y tiene sus bellezas y defectos particulares.

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