La alegre superabundancia de la Divinidad
La cabalah habla de una multiplicación que la iod (la letra que expresa a la Divinidad como lo más pequeño y recóndito) realiza plegándose sobre sí misma, de manera que este pequeñísimo y diminuto punto forma, a partir de sucesivos e infinitos repliegues y ondulaciones, la creación de la multiplicidad.
Como una serie de espejos que progresivamente generan la vastedad del cosmos, así la replicación de Unidad que se arquea sobre sí misma da nacimiento a la infinita manifestación.
Esto se explica mediante el nombre desplegado de la iod: formado por una iod, una uau y una dalet (de manera que el nombre desarrollado de la iod es 20), la iod se contiene a sí misma, además de contener a los progenitores de la siguiente iod: la uau y la dalet, que sumadas, forman una nueva iod, con lo que la cadena se hace infinita, del modo como el ácido ribonucleico va construyendo su propia estructura y se replica constantemente.
De manera que el punto por el que la Divinidad incognoscible se a asoma a la manifestación, que es esta iod, permite entender el todo como una replicación sin fin, lo que avala una teoría corpuscular, o puntilínea, de la estructura total del Universo teoría corpuscular; por otra parte, el ritmo y el movimiento de este punto de la iod en la danza de su vibración y hormigueo, mientras se autoreplica, da lugar a la teoría de las ondas, ya que la generación misma del punto implica un constante manar de puntos desde una fuente incognoscible.
Este hormigueo danzante de infinitos puntos que en sucesión son emanados desde un ojo de luz cegadora es lo que parece ser aludido mediante las olas y olas de oro de las manos danzantes en el Cantar de los Cantares, cuando se expresa: Sus manos son ondas de oro, talladas con arte (5:14) donde las olas aluden al movimiento, y el arte de la talla, a la estaticidad, condiciones sabiamente conjugadas.
El replegarse y autoreplicarse en infinita generación y multiplicidad, produciendo la innumerable creación, es la manifestación de la imparable superabundancia divina, incesante continua y sin límites, el río de luz y belleza que a borbotones mana de su ojo de esplendor arrasador, de su rostro sonriente , que ríe con las carcajadas que son esas olas de luz, sonido y alegría inconmensurables.
El mismo Tetragrama, con sus dos letras hei, retrata esta abundancia que produce diástole y sístole en toda vida: la del corazón, la de la respiración, la de la fuerza centrípeta y centrífuga que cohesión a las galaxias y que se imprime en las huellas dactilares del hombre, la del agradable vaivén del movimiento de la cópula, la de la respiración de las mareas.
La superabundancia de la generosidad del creador se manifiesta en la característica rotatoria de su nombre, cuando expresa: Soy el que soy, así como la única forma que tenemos, por una especie de paradoja de aludir a Su presencia mediante expresiones tales como Fuente de las Fuentes, Raíz de las raíces, el agustiniano Intimior intimo meo, Tú que más íntimo eres para mi que lo más íntimo de mí. Sólo el reflejo, sólo el vaivén, sólo la circularidad abarcante puede dar una idea, a la vez, de la Infinitud y de la Unidad Divina.
Sólo ese vaivén que se repliega sobre sí mismo puede aludir, por paradoja y con abuso de lo puramente racional, a la prodigalidad divina, con la que están siendo creadas todas las maravillas y milagros que brotan de sus manos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario