Armas y Armonía
Curiosa relación entre dos palabras que parecen tan opuestas, pero que se hermanan allá en el infinito del juego de espejos cabalístico que son los conceptos, el laberinto del pensamiento, los avatares del ser, de la posibilidad. La hondura inconmensurable de la creación divina .
Armonía alude a la paz, al equilibrio y los lazos fraternos que se nutren de serenidad. Armonía es toda relación mancomunada entre iguales, donde TÚ y YO se equidistancian en una cupla de fuerzas que, por ello mismo, gira como dos galaxias entrelazadas en equilibrio, con un mutuo y sabio tensionamiento de acercamiento-alejamiento que mantiene una estructura superior hecha de dos individuos, cada uno de los cuales es, a su vez, una estructura.
Así, hay unidades cada vez más complejas, hechas de unidades menores, pero también complejas, de modo que la unidad última -hacia lo profundo- y la unidad última -hacia el exterior- es Una y la Misma, y es inasible, es Dios. Infinitamente pequeño es el punto, la iod de los cabalistas, que, a la vez, sin contradicciones, es infinitamente grande (en este caso la aleph ): es lo que trasciende y abarca todo. En esa unidad impensable, pero existente, se juegan las relaciones entre individuos, la danza TÚ-YO, hermanos en la existencia.
Retomemos el tema de la armonía, ahora con ojo etimológico: de donde descubriremos con sorpresa una relación insospechada con la palabra para guerra: armas.
Armonía proviene de una raíz indoeuropea que es *ar, y que significa “encajar” cuando dos cosas encajan una en la otra, se usa esta raíz. En un juego cóncavo-convexo, por ejemplo, -e inmediatamente nos llega desde las zonas oscuras de la psique, al leer esto, la idea de que a nivel de contacto sexual, armonía es el coito, la fricción y el encaje de lo cóncavo y convexo-. Por supuesto que tal cosa se da así a un nivel vibracional bajo de la realidad (el de la materialidad), expresada por esta palabra de “encastre, encaje”, que es la forma en que se manifiesta la armonía en el nivel material . Ya Dante hablaba del amor, a nivel de las esferas cósmicas, como la relación de atracción que después se bautizó gravitacional, pero que no es otra cosa que la manifestación de la potencia omnipresente del amor, dando cohesión a la creación, desde diferentes realidades vibracionales . En la armonía de las esferas, el amor se manifiesta por ciertas danzas que interrelacionan a los cuerpos celestes, imponiendo circunvoluciones, ritmos, y dignidades entre los cuerpos. La danza entre hombre y mujer no es más que un ludus, una manifestación social en la que el movimiento de los astros “pasa” al cuerpo físico y se da a luz una danza de armonías celestes, entre humanos. Quien ven el sama de los derviches turcos entiende esta apertura del alma como canal o tubo por el que penetra el amor.
En otros planos muchísimo mas elevados, la armonía y el amor son lo que nosotros entendemos cabalmente por tales: coros y rondas bienaventuradas entre espíritus felices en zonas etéreas, donde gradualmente, se disfruta la contemplación de la belleza divina, en Elíseos de inefable gozo, donde todo es dicha, y los cuerpos son cuerpos de luz, etéreos, inmortales y completos. El Christus Resurgens de Mathias Grünewald representa el Cristo que hay en cada uno de nosotros y que, si logra vencerse a sí mismo por el proceso alquímico interno, resucitará así, en cuerpo de luz sublime, despojado ya de sus vestiduras carnales, desechadas como las vemos en la pintura cual cascarones viejos.
Fina ironía, que la palabra arma-armarum tenga la misma raíz que armonía, cuando parece aludir a su contrario: el horror de la guerra y los conflictos. Se dice que es así porque se refiere a las armas que se encajan en el brazo, como la lanza, el escudo, y las que se adaptan a la mano, la espada, la jabalina.
Tratemos de encontrarle una explicación más profunda a este parentesco.
Dicen los romanos: si vis pacem, para bellum. Es decir, se trata de un nuevo caso de opuestos que se hallan indisolublemente ligados por la nuca, en anverso y reverso irreductibles, como las cabezas de Oto y Efialtes, que fueron unidos por el nodo atlánteo y giran alocadamente como castigo por haber osado levantarse contra Zeus .
Empuñar, ceñirse armas al cuerpo, puede ser condición necesaria para intentar reestablecer una armonía perdida, por la que vale la pena luchar, incluso en combates cósmicos celestes, por potencias sobrehumanas. ¿Acaso los serafines no visten flotantes cotas de malla en la defensa de la compañía de Jesús? ¿y acaso no fue Miguel quien expulsó manu militari al soberbio adversario con la pregunta sin respuesta , que lo precipitó en las interminables tinieblas de la nada exterior?... ¿Qué decir también de las huestes de espíritus bienaventurados que se afanan con sus “carros” y vueltas circulares, por alabar eternamente el centro, donde brilla la luz de la Fuente única, Fons et Origo de Amor y de Luz?... ¿Y en la cábala, Elohim Zebaoth, Señor de los ejércitos que mantienen en orden de batalla las miríadas de ángeles dispuestos a defender el orden del Creador?...
Por todo ello, armonía y armas son conceptos hermanos, atados por la espalda, que giran siempre y nunca podrán verse el rostro, pero colaboran por un mismo fin: la vocación oximoral de la realidad entendida místicamente.
Hay otra pareja de vocablos dentro de la doctrina cabalística, que alude a esta ambivalencia. Se trata del vocablo rah (resh-ayn). De acuerdo a la vocalización que se haga de estas dos letras, el vocablo puede significar amigo o adversario. Es decir, la palabra se limita a expresar una interacción entre dos sujetos, pero las vocales con que le insuflemos efabilidad al vocablo, determinarán de qué tipo será la reacción entre ellos: como odiados enemigos, o como grandes aliados. Una vez más se demuestra que las palabras se llenan de significado por el hálito de la vida, en este caso, qué vocales le den soplo a estas dos consonantes hebreas nos enseña la verdad de que son los hombres, con su libertad, los que actualizan las posibilidades de las ideas divinas, que son como los trebejos del ajedrez, pero es la mano del jugador quien les da vida en el arduo tablero, hecho de negras noches y de blancos días.
Dicotomía entre muerte vida, y sistema de tensionamiento de opuestos que producen la armonía… la lira griega fue un excelente maestro de ello para Heráclito y también el arco (bios), que aunque tiene nombre de vida (bíos) produce, por tensión de la cuerda, la muerte con la flecha, con violencia (bias).
Este equilibrio que es el centro del mandala por el que todos luchan, es el meden agan de los griegos, el nequid nimis de los latinos, el medium tenuere beati de las divisas renacimentales, el incidit in Scylla qui vult vitare Charibdim.
Lecho de Procrusto cruel y sangriento, pero al cual tenemos, en esta vida, que someternos para llegar a ser dignos del arquetipo antiguo del Hombre, el Adam Kadmón, el que duerme allá en Oriente, esperando ser revivido por cada uno de nosotros.
Excrucior, decía Catulo, lamentando su situación amorosa de debatirse entre dos objetos de amor… ¿acaso la cruz de Cristo, a un nivel cósmico y trascendente, no es también un excrucior?, un medio doloroso entre la naturaleza divina y humana y a mitad de camino entre el mundo de los cielos y el mundo de los infiernos… situación enfrentada con plena voluntad por amor y sacrificio inimaginables.
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