viernes, 16 de marzo de 2012

Algunas consideraciones cabalísticas sobre las letras aleph, beth y guimel

Algunas consideraciones cabalísticas sobre las letras aleph, beth y guimel


Sabido es que en hebreo la aleph posee el valor de la unidad, además de que por gematria milui su valor es de 111 (aleph + lamed + pé), lo que equivale a cierto indicio a favor de la trinidad, según los cabalistas cristianos, ya que la Unidad divinina revela así su triplicidad inmanente. Menos conocido es el valor de 26 que posee la letra Aleph, en consideración de su forma: una vav que está entre dos iod (10 + 10), lo cual confirma que la Aleph sea la letra de la Unidad divina, pues 26 es el número del Tetragrama, el Nombre Divino.
Esta gematria, a la que podríamos llamar estructural de esta letra identificadora de la Unidad como la Totalidad, nos acerca a la consideración de que lo único existente es este Uno que es la totalidad, mientras que todos los otros números no son avances, sino divisiones internas (donde 2 equivale ½, 3 a 1/3 de la Unicidad única y así sucesivamente), enlaza a esta totalidad con la Divinidad permite entender al hombre como la vav (la vav es el hombre en posición erecta, su columna vertebral como axis mundi estructurador de la talidad) es, según los cabalistas, el gozne que , según Pico della Mirandola, da cohesión al universo, (maritare mundum es la función del ser humano para Pico, enlazar lo superior con lo inferior), produce el enlace y a la vez la diferenciación entre el intelecto superior (la iod superior de la letra) con el intelecto inferior (la iod inferior). Recordemos que gramaticalmente en hebreo la vav es conjunción copulativa (que une dos elementos) pero también es conjunción disyuntiva, que puede separar dos términos; en realidad, se trata de un nexo diferenciador que, al disecernir, une y separa a la vez.
Así, en resumen podemos atribuir a la aleph tres valores: 1, 111 y 26. Pero en la cábala se nos enseña que todo valor numérico supone también su reverso especular, de manera que si aleph contiene al 26, también contiene al reverso especular: el 62. ¿Qué nos podría indicar este número, el 62?...
Considero que lo que nos dice es que la Totalidad, alcanzar la totalidad, arribar a esa dimensión, es superar el límite del yo, del sí mismo, del egoísmo frente a la alteridad de los otros. Para entenderlo, mencionemos primero que mil, el concepto mismo de pluralidad, se dice en hebreo alaphim, y está contenido en la misma palabra aleph, de hecho en la rueda del alfabeto, después de las centenas, de las cuales la última, 900 es representada por la letra tsade en final de palabra, volvemos a la Aleph con valor de 1000 .
Para entender el sentido oculto en el valor de la aleph especular 62, reflejo del 26 inherente a su composición en base a una vav que intersecta dos letras iod, debemos tener en cuenta que yo en hebreo, (el yo egoísta) se dice aní, y que vale 61 (aleph + nun + iod) donde la nun separa la Aleph de iod, es decir, en esta la unidad del sujeto de la unidad total de la Aleph, si entendemos a la nun como el pez, el máximo representante de los sentidos ofuscadores , la percepción que divide y distorsiona la visión abarcadora que debería caracterizar una reflexión profunda del universo y de la existencia. Por eso, la forma misma en que se escribe la palabra yo en hebreo, aní, grafica la separación el exilio del yo que se olvida de que el Uno es algo más que su individualidad y que engloba a la Unidad abarcadora de la aleph, es decir, la nun separa la iod de la Aleph, esta pendencia se resuelve en ain (que significa nada, cuando la nun deja de obstaculizar el encuentro del sujeto (iod) con la Aleph) (totalidad) y se pone al fina, enderezándose, ya que la nun final es derecha, mientras que la nun media o inicial es encorvada, de manera que eso mismo nos indica que se ha enderezado la visión, se ha rectificado.
Esta nueva palabra, ain, es lo que el alma debe entender al enfrentarse con la Divinidad para permitir resolver e sufrimiento de su individualidad frente a todo lo que existe fuera de ella misma.
Así pues, e yo egoísta vale por gematria 61. La aleph, dijimos, vale por inversión especular del número formado por sus componentes, 62, lo cual indica la superación de la unidad egoísta (61, mediante la adición de una unidad más (62 = 61 +1). Por eso el Yo representado por la Aleph es el Yo que resulte el conflicto de la pluralidad de manera abarcativa, abrazando a todas las cosas en la Unidad (que en hebreo se expresa mediante otra palabra, anokhí ), que bien puede valer 62 afrente al yo individual cuyo valor es 61.
Este yo individual y anquilosado que se resiste a entenderse parte de uan unidad mayor, es representado por la letra guimel, que en general, forma parte en hebreo de todo lo que se entumece, de la soberbia, de todas las palabras asociadas con orgullo, ego y rigidez, con el congelamiento de lo que debería entenderse como eterno proceso, ya que el fin del proceso es muerte y como tal, no existe en la Divinidad; la guimel representa a los ricos, al final al cumplimiento, a la muerte, al anquilosamiento y al estancamiento, la enfermedad, pues la vida, la perfección son proceso constante y dinamismo, mientras que la consecución definitiva no es más que la muerte, el fin y una malsana momificación que aborrece siempre la mentalidad de la cábala .
Ahora bien, ¿cómo asociamos la guimel al yo egoísta que vale 61? Entendiendo también su gematria estructural. La guimel esta formada según los maestros cabalistas por una vav que tiene un pie en forma de iod, de manera que vav + iod = 16, cuyo reverso especular es ifgual a 61 ¡la gematria de aní!... esto nos explica por qué las palabras griega y latina para yo contiene esta g (egó – egó)como así también la guimel es la letra central de reguel, en hebreo pie, ya que el hombre materialista ha colocado a la letra divina por naturaleza, la iod, a sus pies, es decir, el hombre ha cosificado a la Divinidad, materializándola y despojándola de la vida que le es inherente (en la forma de la guimel, la iod está a los pies de la vav) .
De manera que la Aleph, con su valor de 62 como reflejo de 26, supera al 61 de la guimel, del yo encerrado en su miopía egoísta.
Esto nos lleva a la letras que se halla en tre ambas, la beth, que vale 2, pero que según los maestros cabalistas,, está conformada por tres letras vav, una vertical y dos horizontales, con lo que su valor estructural equivale a 6 x 3 = 18. La beith vale entonces, junto con su valor inherente = a 2, y su valor milui = 412 (beith + iod + tau) el valor de 18: es el valor de una palabra importantísima en cabala, jai, viviente, que vale precisamente 18 (jet + iod = 18); no poco perplejos nos deja la sabiduría de la cábala como sistema que codifica la realidad tal como la tejió la divinidad, si consideramos el reverso especular de 18: 81, cuadrado de 9, ya que es el valor de la palabra aph (nariz, que es justamente el órgano mediante el cual el Creador insufló la vida en hombre que había moldeado de tierra. Por eso la beith es el paso para entender el camino a partir de aní = 61, yo egoísta, a aleph = 26 => 62, Yo totalizador, mediante la renuncia al afán por querer acaparar y atesorar que tiene la guimel, y si comprendemos que la idea del Creador y su Creación no es la de algo estático, congelado ni vitrificado, fosilizado o momificado, sino la de una danza constante por la que se pasea libre el rúaj hakodesh, libre, ágil y flexible, en danza perpetua y contante, sin pausa.
Quisiera realizar dos consideraciones más acerca de la Aleph, referentes a su estructura tan particular. Si la observamos bien la Aleph nos recuerda a una hélice, y de allí al signo del infinito, que es un ocho horizontal, pero en este caso, abierto en sus dos extremos, lo cal equivale a expresar que la Aleph hace referencia la existencia toda como una unidad indivisa, pero que posee aspectos invisibles a los sentidos, y que escapa a la comprensión total del hombre, de allí que no se puedan ver los dos extremos en esta versión modificada, o mejor dicho, modificada, de la Totalidad, pues escapa justamente a una visión de los seres limitados. Sólo la Totalidad el Uno Indiviso, puede verse a sí mismo como el signo del infinito cerrado.
El otro aspecto que me resta por dilucidar roza la mística de los poetas, del conocimiento extático de la belleza de la Divinidad, de la búsqueda mediante el estudio contemplativo. Para abordar esta última consideración, debemos considerar ciertas circunstancias providenciales que funcionan y apareciendo de manera misteriosa en la escritura, como por ejemplo que la letra latina i haya incorporado el punto arriba (cuando ni en griego ni en la primitiva escritura latina lo poesía) y que no deja de ser un indicio de que la Providencia divina nos guía en el camino de aprendizaje y elevación que debe realizar el hombre, pues justamente este punto es la iod, la letra más pequeña que, de la manera más aproximativa que nos resulta posible, nos señala ese pequeño rabito de la Divinidad que sale de su inmanencia inefable e incomprensible y se manifiesta en el mundo. Así, de ese mismo tipo de misteriosas pistas en el camino del conocimiento de la Divinidad, se nos presenta el signo de admiración.
La admiración, e asombro, la maravilla y el sobrecogimiento pueden entenderse como el estado prístino y último del hombre ante el insondable misterio de la Realidad Divina y Total; y justamente, el signo de admiración es un travesaño vertical sobre el cual sobrevuela ingrávida y milagrosamente un punto , es decir, que grafica a un hombre de pie (la vav) contemplando azorado hacia arriba, el misterio Divino (la iod que es el punto), como se cuenta que se hallaba el maestro Raví Akivá con sus discípulos cuando maravillados levantaban sus cabezas hacia el firmamento estrellado, y alguien le preguntó: Maestro, ¿quién hizo (todas) estas (cosas)? –en hebreo, ¿Mi éleh? Y Raví Akivá respondió en éxtasis. Sirviendo tan sólo de la permutación de esas letras y confirmando que en toda pregunta está ya contenida su respuesta: ¡Elohim! portentoso vocablo que utiliza las mismas letras que la pregunta que se le había formulado.
El signo de admiración invertido sería la transmisión de ese sentimiento religioso de adoración a sus pares, es decir, la transmisión de esa percepción de la Divindad al pueblo (el punto bajo la vav del signo de exclamación que cierra toda frase exclamativa), proceso que se resume en la aleph, que contiene, como dijimos al comienzo de estas consideraciones cabalísticas, el travesaño (el hombre) uniendo lo superior (la iod de arriba, con lo inferior (la iod de abajo). Este camino de estudio es al que alude el último aspecto de la aleph que mencionaré: el de aprendizaje, indagación y búsqueda, ya que la palabra aleph, en hebreo, también señala este camino de ascesis hacia la Aleph de la Divinidad.
De manera que tanto el hito motor del inicio en el camino del hombre en su indagación y estudio de esta vasta y maravillosa Creación surgida de D’os, (aleph, lamed y pe son las tres letras de la raíz de uno de los verbos para estudiar en hebreo) como el fin de ese hermoso peregrinaje, sería el asombro que nos embarga ante la maravilla de esta gran máquina de la existencia y, milagrosamente, la palabra que hace referencia tanto a ese asombro como a las maravilla y el portento de las obras divinas, es el reverso especular de la raíz para estudio: peleh, palabra que en hebreo significa maravilla y asombro, y raíz del verbo para sentir admiración, que son las mismas letras para estudio presentes en el nombre de la letra aleph, pero invertidas: pe, lamed y aleph.

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